DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 69

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 69

4- NABAL Y ABIGAIL 

Abigail, por la gracia de Dios, libró a David de la funesta influencia del presente, dirigiendo su mirada hacia el porvenir. Lo vemos en el admirable discurso que le dirige: “Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra; y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. El se llama Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú enviaste. Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor… pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días. Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda. Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva” (v. 23-31).  

¡Difícilmente podemos concebir algo más conmovedor que este discurso! Cada punto fue bien ponderado para alcanzar el corazón. Le presenta a David el mal que cometería al tratar de vengarse por sí mismo; le muestra la debilidad y la locura del objeto de su resentimiento; le recuerda que su propia labor era pelear “las batallas de Jehová”. ¡Cómo debió de haber calado en su corazón el humillante contraste entre esta gloriosa tarea y las circunstancias en las cuales Abigail lo encuentra, precipitándose para combatir por su propia causa! Continuará…


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