DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 72


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 72

4- NABAL Y ABIGAIL 

¡Ojalá que podamos experimentar más la realidad de las cosas de arriba, mientras atravesamos este sombrío “valle de lágrimas”! El corazón y el espíritu desfallecerían si no fuésemos sostenidos por la esperanza de gloria, la que, gracias a Dios, no avergüenza, pues el Espíritu es las arras de ella en nuestros corazones. 

 El curso de nuestro relato nos presenta un ejemplo todavía más sorprendente de la inmensa diferencia que existe entre el hombre natural y el hombre de fe. Abigail vuelve de su entrevista con David y encuentra a Nabal “completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta el día siguiente. Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió” (v. 36-38). ¡Qué triste cuadro del estado de un hombre del mundo! Hundido completamente en la embriaguez durante la noche; sobrecogido de terror por la mañana, y traspasado más tarde por la flecha de la muerte. Tal es la suerte de multitudes que el enemigo, en todos los siglos, ha logrado seducir y embriagar con los goces perecederos de un mundo que yace bajo la maldición de Dios y que sólo tiene que esperar la ejecución de su juicio. “Los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan” (1 Tesalonicenses 5:7). Pero la mañana está cerca, cuando los vapores del vino —símbolo de los goces del mundo— se habrán disipado, cuando la febril excitación en la que Satanás ocupa los espíritus de los hombres de este mundo se habrá calmado, entonces vendrá la terrible realidad: una eternidad de indecible miseria en compañía de Satanás y sus ángeles. Nabal ni siquiera se encontró con David cara a cara, pero el solo pensamiento de su espada vengadora llenó su alma de un terror mortal. ¡Cuánto más horroroso será encontrar la mirada de Cristo, en otro tiempo despreciado y rechazado, y ahora sentado en el trono de su gloria! Entonces los Abigail y los Nabal tendrán sus respectivos lugares: los que habrán conocido y amado a Jesús y los que lo habrán desconocido y despreciado. ¡Quiera Dios, en su gracia, concederle, a mi querido lector, estar con los primeros! Continuará…


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