EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 3

                                                 


EL HOMBRE  DE DIOS 

“A fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” 

(2 Timoteo 3:17) 

                                                   1- EL HOMBRE NATURAL

 El término «hombre natural» es un término de amplísimo contenido. Bajo este título podemos encontrar todos los matices posibles de carácter, temperamento y actitud. Sobre la base de su naturaleza, el hombre se mueve entre dos extremos: se lo puede ver en el nivel más alto posible de culturización, o en el punto más bajo de su degradación. Podemos verlo rodeado de todas las ventajas, los refinamientos y de las llamadas dignidades del mundo civilizado, o encontrarlo hundido en las costumbres más brutales y vergonzosas del mundo salvaje. Podemos verlo en los casi innumerables grados, rangos, clases y castas en que se ha distribuido la familia humana. Y dentro de una misma casta o clase social, podemos encontrar también los más vívidos contrastes en  la forma de ser de su carácter, temperamento y disposición. Encontramos, por ejemplo, un hombre de temperamento tan atroz que realmente causa horror a todo aquel que lo conoce; es la peste de su entorno familiar y una pesada carga para la sociedad. Puede ser comparado a un puerco espín que tiene siempre las púas erizadas, y si uno se encuentra con él una vez, no querrá volverlo a ver nunca más. También podemos encontrar a un hombre con el temperamento más dulce y el carácter más agradable. Es tan atractivo como el otro repulsivo. Es tierno y amoroso, un esposo fiel, un padre bondadoso, afectuoso y atento; un patrón considerado y generoso; un vecino amable y cordial; un amigo desinteresado y querido por todos, y justamente, cuanto más lo conocen, más lo estiman, y el que lo encuentra una vez, le resulta tan agradable que querrá volver a verlo siempre. Continuará...


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