EL HOMBRE DE DIOS capítulo 11

                       


EL HOMBRE DE DIOS

                 2- UN HOMBRE EN CRISTO

Lo repetimos, tanto el convertido de ayer como el anciano que es padre en Cristo, están en pie de igualdad en cuanto a su posición en Cristo. Cada uno es un hombre en Cristo y ninguno puede superar al otro en esto. A veces oímos hablar de «La vida cristiana superior», pero, estrictamente hablando, no hay tal cosa como una vida cristiana más elevada o más baja, porque Cristo es la vida de cada creyente. Puede que los que utilicen estos términos quieran referirse a algo correcto. Probablemente se refieran a las etapas superiores de la vida cristiana: a un mayor acercamiento a Dios, una mayor semejanza a Cristo, un mayor poder en el Espíritu, una mayor consagración, una mayor separación respecto del mundo. Pero todas estas cosas tienen que ver con nuestro estado, y no con nuestra posición en Cristo, la cual es absoluta, eterna e inmutable. Si no estamos en Cristo, estamos en nuestros pecados; pero si estamos en Cristo, no podemos alcanzar un grado más alto en cuanto a posición. Si el lector se vuelve unos instantes a 1 Corintios 15:45-48, encontrará una poderosa enseñanza sobre esta gran verdad fundamental. El apóstol habla aquí de dos hombres: “El primer hombre” y “el segundo hombre”. Y nótese con atención que el segundo Hombre no tiene absolutamente ninguna vinculación con el primero, sino que está en contraste con él. Él mismo es la fuente de vida, nueva, divina, independiente y celestial. El primer hombre fue enteramente desechado como criatura culpable y perdida. Nos referimos a Adán como cabeza de toda la raza humana. En lo personal, fue salvo por gracia, pero si lo vemos como representante de la raza humana, ha fracasado irremediablemente. El primer hombre es una completa ruina. Esto lo demuestra el hecho de que hay un segundo Hombre; porque podemos verdaderamente decir de los dos hombres, lo mismo que se dice de los pactos: “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8:7). Continuará...


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