EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 14


 EL HOMBRE DE DIOS

                2- UN HOMBRE EN CRISTO

Esto, y no otra cosa, es el cristianismo; no “el viejo hombre” —la vieja naturaleza, el primer Adán—, que se hace religioso, por más que su religión sea la profesión de las doctrinas del cristianismo y la adopción de sus ordenanzas. No; es la muerte, crucifixión y sepultura del viejo hombre —del viejo yo, de la vieja naturaleza—, y llegar a ser un nuevo hombre en Cristo. Todo verdadero creyente es un nuevo hombre en Cristo. Ha salido completamente del terreno de la vieja creación —del viejo estado de pecado y de muerte, de culpabilidad y de condenación—, y ha pasado al terreno de la nueva creación, a un nuevo estado de vida y de justicia en un Cristo resucitado y glorificado, la Cabeza de una nueva creación, el postrer Adán. 

Esta es la posición inalterable del más débil creyente en Cristo. No hay absolutamente ninguna otra posición para el cristiano. Yo debo estar en el primer hombre o en el segundo; no hay un tercer hombre, porque el segundo Hombre es el postrer Adán. No hay término medio. Estoy en Cristo o en mis pecados. Si estoy en Cristo, soy como él es delante de Dios. “Como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Juan 4:17). No dice «como él fue», sino “como él es”; el cristiano es considerado por Dios como uno con Cristo en todo respecto, excepto en su Deidad, naturalmente, la cual es incomunicable. El adorable Salvador ocupó el lugar del creyente en la cruz, llevó nuestros pecados, murió nuestra muerte, pagó nuestra culpabilidad y nos representó en todo respecto. Tomó todos nuestros pecados, todas nuestras deudas, todo lo que pertenecía al pecador como hombre natural, fue nuestro sustituto en el más amplio y elevado sentido de lo que este término significa. Y una vez que resolvió divinamente nuestro caso y llevó nuestro juicio, se levantó de entre los muertos, y ahora es la Cabeza, el Represente y la única verdadera definición del creyente delante de Dios. De esta gloriosa y liberadora verdad, la santa Escritura da el más amplio testimonio. El pasaje recién citado de Gálatas constituye una muy gráfica, poderosa y resumida declaración de esta verdad. Y si el lector se vuelve al capítulo 6 de Romanos, encontrará más pruebas de esto. Citaremos algunas de las porciones más relevantes. Continuará...


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