EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 15

 EL HOMBRE DE DIOS

                2- UN HOMBRE EN CRISTO




“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:1-11). 

Reparemos especialmente en las siguientes palabras del pasaje citado: “los que hemos muerto”; “somos sepultados juntamente con él”; “como Cristo resucitó… así también nosotros”; “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”; “morimos con Cristo”; “muertos al pecado”. Ahora bien, ¿entendemos realmente su verdadero alcance y significado? ¿Advertimos verdaderamente su aplicación para nosotros? Son preguntas que escudriñan el corazón; pero muy necesarias. La verdadera doctrina del capítulo 6 de Romanos es poco comprendida. Hay miles de personas que profesan creer en la eficacia de la muerte expiatoria de Cristo, pero que no ven en ella nada más allá del perdón de sus pecados. No ven la crucifixión, muerte y sepultura del viejo hombre; la destrucción del “cuerpo del pecado”; la condenación del pecado; la entera abolición del viejo sistema de cosas pertenecientes a su primera condición adámica; en una palabra, su perfecta identificación con un Cristo muerto y resucitado. Por eso urgimos a todos los lectores a considerar con la mayor atención esta importantísima línea de verdad, la cual reside en la base misma de todo el verdadero cristianismo, y forma una parte integral de la verdad del Evangelio. Continuará...


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