EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 20


 EL HOMBRE DE DIOS

                        3- EL HOMBRE DE DIOS 

Pablo había servido a Dios desde sus mayores, con limpia conciencia, antes de conocer a otros cristianos; y pudo seguir haciéndolo aun cuando lo abandonaron todos sus compañeros en la fe. Así también, en el caso de su fiel amigo, dice: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que en ti también” (1:5). 

¡Qué bello y conmovedor es todo esto! Quedamos asombrados por estas referencias a la vida anterior de estos amados hombres de Dios. La “limpia conciencia” de uno y la “fe no fingida” del otro, constituyen dos grandes cualidades morales que deben poseer todos aquellos que son verdaderos hombres de Dios en un día oscuro y malo. La primera hace inmediata referencia al único Dios vivo y verdadero en todas las cosas; la otra encuentra todos sus recursos en Él. Aquélla nos conduce a caminar delante de Dios; ésta nos permite caminar con Él. Ambas son indispensables en la formación del carácter del verdadero hombre de Dios.  Es imposible sobreestimar la importancia de mantener una limpia conciencia delante de Dios en todos nuestros caminos. Es de un valor inestimable. Una conciencia pura impulsa a referir todo a Dios. Nos guarda de ser sacudidos de un lado a otro por todas las olas y corrientes de opiniones humanas. Comunica estabilidad y consistencia a toda nuestra marcha y carácter. Todos estamos en inminente peligro de caer bajo la influencia humana, de conformar nuestros caminos a los pensamientos de nuestros semejantes, de adoptar sus ideas y sus pasatiempos.  Todo esto destruye el carácter de un hombre de Dios. Si Ud. adopta el tono y carácter de sus semejantes; si consiente ser formado en un molde meramente humano; si su fe se apoya en la sabiduría del hombre; si su objetivo es complacer al hombre, entonces, en lugar de ser un hombre de Dios, llegará a ser miembro de un partido o de una asociación exclusivista. Continuará...


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