EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 22

                               


EL HOMBRE DE DIOS

                        3- EL HOMBRE DE DIOS 

Podemos estar seguros de que éste es el verdadero secreto del poder del hombre de Dios en todo tiempo y en cualquier circunstancia. Debemos caminar con Dios en el profundo y apreciado sentido de nuestra propia responsabilidad personal hacia él. Esto es lo que entendemos por una “limpia conciencia”.  Pero ¿tenderá esto, en el más mínimo grado, a disminuir nuestro sentido del valor de la verdadera comunión, de la santa comunión con todos aquellos que son fieles a Cristo? De ninguna manera; en realidad, es precisamente lo que comunicará poder, energía y profundidad de tono a la comunión. Si todo “hombre en Cristo” sólo se condujese cabalmente como un “hombre de Dios”, ¡qué bendita comunión habría! ¡Qué trabajo de corazón! ¡Qué brillo y qué inequívoco poder! ¡Qué diferente del frío formalismo de un asentimiento meramente nominal dado a ciertos dogmas acreditados de un partido, por un lado, y del espíritu de cuerpo de los círculos exclusivistas, por otro! 

Hay pocos términos tan comúnmente usados y tan poco comprendidos como la palabra «comunión». En innumerables casos, indica simplemente el hecho de una membresía nominal en algunas denominaciones religiosas —un hecho que no ofrece ninguna garantía de que haya una comunión viva con Cristo o una devoción personal a Su causa—. Si todos los que están nominalmente «en comunión» se condujesen cabalmente como hombres de Dios, ¡qué diferente estado de cosas tendríamos el privilegio de presenciar!  Pero, ¿qué es la comunión? Es, en su expresión más elevada, tener un objeto común con Dios y compartir la misma porción; siendo Cristo mismo ese objeto y esa porción: el Cristo conocido y en quien nos gozamos por el Espíritu Santo. Esta es la comunión con Dios. ¡Qué privilegio! ¡Qué dignidad! ¡Qué bendición inefable, que se nos permita tener un objeto común y una parte común con Dios mismo! ¡Deleitarse en Aquel en quien Él se deleita! No puede haber nada más elevado, nada mejor, nada más precioso que esto. Ni siquiera en el cielo mismo conoceremos algo superior. Nuestra propia condición será, gracias a Dios, completamente diferente. Continuará... 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario