ELHOMBRE DE DIOS Capítulo18

                           


 EL HOMBRE DE DIOS

                      3- EL HOMBRE DE DIOS 

Habiéndonos referido a temas tan profundamente interesantes como el hombre natural y un hombre en Cristo, nos queda ahora por considerar, en tercer y último lugar, un tema sumamente práctico, sugerido por el título de este escrito, a saber: el hombre de Dios. 

Sería un grave error suponer que todo cristiano es un hombre de Dios. Aun en los días de Pablo y Timoteo había muchos que llevaban el nombre de cristianos, pero que en realidad estaban muy lejos de conducirse como hombres de Dios, es decir, como aquellos que eran verdaderamente hombres de Dios en medio del fracaso y del error que ya entonces habían comenzado a introducirse furtivamente. La percepción de este hecho es lo que hace que la segunda epístola a Timoteo sea tan profundamente interesante. En ella encontramos lo que podemos llamar una amplia provisión para el hombre de Dios en el tiempo en que es llamado a vivir: un tiempo peligroso, oscuro y malo, seguramente, en el cual todos “los que quieren vivir piadosamente” debe mantener los ojos fijos en Cristo mismo, en su Nombre, en su Persona, en su Palabra, si quieren avanzar contra la corriente. 

Es casi imposible leer la segunda epístola a Timoteo sin sentirse impresionado por su carácter intensamente individual. El mismo comienzo de la epístola es notablemente característico: “Doy gracias a mi Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día” (1:3).  ¡Qué emotivas y encendidas palabras! ¡Qué conmovedor es escuchar a un hombre de Dios derramando los tiernos y profundos sentimientos de su amoroso y gran corazón, en el corazón de otro hombre de Dios! Continuará...


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