CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? capítulo 12

2 - SI NO OS CONVERTÍS Los sistemas y los credos no pueden dar vida, no pueden salvar, no pueden dar vida eterna. Un hombre puede trabajar en su maquinaria religiosa como un caballo en un molino, dando vueltas y vueltas, de un fin de año a otro, partiendo justo del lugar donde antes había comenzado, en una deprimente monotonía de obras muertas. ¿Qué valor tiene todo esto? ¿Qué resulta de todo esto? ¡Muerte! Sí; y entonces, ¿qué? ¡Ah! esa es la pregunta. ¡Quisiera Dios que el peso y la seriedad de esta pregunta fuese más plenamente comprendida! Pero además, el mismo Cristianismo, plenamente circundado de toda su luz, puede ser adoptado como un sistema de creencia religiosa. Una persona puede estar intelectualmente encantada - casi extasiada con las gloriosas doctrinas de la gracia, un evangelio pleno, libre, la salvación sin obras, la justificación por fe; en resumen, todo lo que hace a nuestro glorioso Cristianismo Neo-Testamentario. Una persona puede profesar creer y deleitarse en esto; incluso puede llegar a ser un poderoso escritor en defensa de la doctrina cristiana, un ferviente predicador elocuente del evangelio. Todo esto puede ser verdad, y con todo, el hombre puede estar completamente inconverso, muerto en delitos y pecados, endurecido, engañado y destruido por su misma familiaridad con las preciosas verdades del evangelio - verdades que nunca han ido más allá de la región de su entendimiento - que nunca alcanzaron su conciencia, nunca tocaron su corazón, nunca convirtieron su alma. Esto es acerca del caso que causa más consternación de todos. Nada puede ser más horroroso, más terrible, que el caso de un hombre que profesa creer y se deleita, sí, efectivamente, predicando el evangelio, en toda su plenitud, y enseñando las grandes verdades características del Cristianismo, y no obstante ser completamente inconverso, no salvo, y en su camino a una eternidad de miseria inefable - miseria que necesariamente es intensificada hasta el grado máximo, por el recuerdo del hecho que una vez él profesó creer, y realmente emprendió la predicación de las más gloriosas nuevas que alguna vez cayeron en oídos mortales. ¡Oh! lector, quienquiera que tú seas, te rogamos, pon tu atención fija en estas cosas. No descanses, ni por una hora, hasta que estés seguro de tu genuina, inequívoca, conversión a Dios.

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