CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 24

4 - LA VERDADERA NATURALEZA DE LA CONVERSIÓN Es verdad, él desprecia al pobre tacaño que pasa sus noches sobre sus bolsas de dinero, 'manteniendo una extraña comunión con su oro'; deleitando su corazón y proveyendo un banquete para sus ojos con la vista misma del fascinante polvo dorado; negándose a él mismo y a su familia las provisiones necesarias de la vida; andando en harapos y miseria, antes que gastar siquiera un centavo del precioso tesoro escondido; que ama el dinero, no por lo que él puede obtener o dar, sino simplemente por lo que el dinero es; que ama acumular, no para poder gastar, sino para poder atesorar; cuyo único deseo rector es morir merecedor de tan miserable polvo - !deseo extraño, desdeñable! Ahora bien, estas dos personas son aparentemente muy distintas, pero ellas se encuentran en un punto; ellas se ubican en una plataforma común; ambas son codiciosas (avaras), ambos son idólatras.* Esto puede parecer áspero y severo, pero es la verdad de Dios, y nosotros debemos inclinarnos delante de su autoridad santa. {* Las dos palabras Griegas a las que hemos aludido en el texto son, pleonexia - el deseo de obtener más, y, philarguria - el amor al dinero. Ahora bien, es la primera de ellas la que aparece en Colosenses 3:5 - "avaricia, que es idolatría"; y allí está colocada en la terrible categoría con algunos de los pecados más viles que manchan las páginas de la historia humana.} Es verdad que, aparentemente, nada es más difícil que hacer ver claramente a la conciencia que el pecado de avaricia (o, de codicia) - ese mismo pecado que el Espíritu Santo declara que es idolatría. Miles de personas pueden verlo en el caso del pobre tacaño degradado, quienes, no obstante, se sentirían asombrados por su aplicación a un príncipe de los negocios. Una cosa es verlo en los demás, y absolutamente otra es juzgarlo en nosotros. El hecho es, que nada más que la luz de la Palabra de Dios resplandeciendo en el alma, y penetrando cada recoveco de nuestro ser moral, puede capacitarnos para detectar el pecado odioso de la avaricia (o, codicia). Continuará...

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