CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 25

4 - LA VERDADERA NATURALEZA DE LA CONVERSIÓN La búsqueda de ganancia - el deseo de tener más - el espíritu comercial - la habilidad para hacer dinero - el 'fac rem' (N. del T.: Expresión latina que significa 'haz la cosa') - el deseo de medrar - todo esto "que los hombres tienen por sublime" (Lucas 16:15), hace que muy pocos, comparativamente, estén preparados para ver que positivamente "delante de Dios es abominación." (Lucas 16:15 - RVR60). El corazón natural está formado por los pensamientos de los hombres. Este corazón ama, idolatra, y adora los objetos que halla en este mundo; y cada corazón tiene su propio ídolo. Uno adora el oro, otro adora el placer, otro adora el poder. Todo hombre no convertido es un idólatra; e incluso hombres convertidos no están fuera del alcance de las influencias idolátricas, como es evidente a partir de la nota de advertencia planteada por el venerable apóstol, "Hijitos, guardaos de los ídolos." (1 Juan 5:21). Lector, ¿permitirás que nosotros pongamos a tu consideración una pregunta clara, directa, antes que sigamos adelante? ¿Eres tú convertido? ¿Profesas tú serlo? ¿Tomas tú el terreno de ser un Cristiano? Si es así, ¿abandonaste los ídolos? ¿Has roto realmente con el mundo, y con tu antiguo yo? ¿Ha entrado la Palabra viva de Dios en tu corazón, y te ha conducido a juzgar la totalidad de tu vida pasada, haya sido ella una vida de diversión y de irreflexiva extravagancia, una vida de laborioso enriquecimiento, una vida de vicio y maldad abominables, o una vida de mera rutina religiosa - una religión sin Cristo, sin fe, sin valor? Di, estimado amigo, ¿cómo es? Se completamente serio. Ten por seguro que hay una demanda urgente por una seriedad a fondo en este asunto. No podemos ocultarte el hecho de que estamos dolorosamente conscientes de la triste falta de minuciosa decisión entre nosotros. No hemos, con suficiente énfasis o claridad, abandonado los ídolos (o, convertido de los ídolos). Las viejas costumbres son retenidas; antiguas pasiones y objetivos gobiernan el corazón. El temperamento, el estilo, el espíritu, y la conducta, no indican conversión. Somos, tristemente, muy parecidos a lo que éramos antiguamente - muy parecidos a la gente abierta y confesadamente mundana a nuestro alrededor. Todo esto es realmente terrible. Tememos que es un triste impedimento para el progreso del evangelio y para la salvación de almas. El testimonio cae impotente en los oídos de aquellos a quienes hablamos, porque parece que nosotros mismos no creemos aquello de lo cual estamos hablando. El apóstol no podría decirnos, como dijo a sus amados Tesalonicenses convertidos, "Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor . . . . de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada" (1 Tesalonicenses 1:8). Hay una falta de profundidad, de poder, y de marcación en nuestra conversión. El cambio no es suficientemente evidente. Incluso donde hay una obra, hay una timidez, una debilidad, y una vaguedad acerca de ella verdaderamente deplorable y descorazonadora. Pero hablaremos más de esto en nuestra siguiente entrega, si el Señor así lo quiere.

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