CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 31

5 - "OS CONVERTISTEIS… A DIOS" "¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el cual nos ha bendecido en Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales, en las regiones celestiales; según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles delante de él: habiéndonos predestinado, en su amor, a la adopción de hijos, por medio de Jesucristo, para sí mismo, según el beneplácito de su voluntad; para loor de la gloria de su gracia, de que nos hizo merced en el amado Hijo suyo: en quien tenemos redención por medio de su sangre, la remisión de nuestros pecados, según las riquezas de su gracia." (Efesios 1: 3 - 7; VM). ¡Qué profundidad de amor, qué plenitud de bendición, nosotros tenemos aquí! Es el propósito de Dios glorificarse a Sí mismo, a lo largo de los innumerables siglos de la eternidad, en Sus tratos con nosotros. Él exhibirá, a la vista de toda inteligencia creada, las riquezas de Su gracia, en Su bondad hacia nosotros, por medio de Cristo Jesús. Nuestro perdón, nuestra justificación, nuestra perfecta liberación, nuestra aceptación - todas las bendiciones concedidas a nosotros en Cristo - son para la exhibición de la gloria divina a través del vasto universo, para siempre. No satisfaría las demandas de Dios, ni respondería a los afectos de Su corazón, tenernos en cualquier otra posición que la de Su propio bien amado y unigénito Hijo. Todo esto es maravilloso. Parece demasiado bueno para ser verdad. Pero es digno de Dios, y es Su beneplácito actuar así hacia nosotros. Esto es suficiente para nosotros. Puede ser, y muy ciertamente lo es, demasiado bueno para que nosotros lo consigamos, pero no es demasiado bueno para Dios darlo. Él actúa hacia nosotros conforme al amor de Su corazón, y sobre el terreno del mérito de Cristo. El hijo pródigo podía pedir ser hecho como uno de los jornaleros, pero esto no podía ser. No sería conforme al corazón del Padre tenerle en la casa como un siervo. Tiene que ser como un hijo, o de ninguna manera. Si fuera una cuestión de mérito, nosotros no merecemos el lugar de un siervo, ni menos el de un hijo. Pero, bendito sea Dios, no es en absoluto según nuestros méritos, sino conforme al ilimitado amor de Su corazón, y a la gloria de Su santo Nombre. Continuará...

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