CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 32

5 - "OS CONVERTISTEIS… A DIOS" Esto, entonces, es conversión. Así nosotros somos llevados a Dios. Nada menos que esto. No meramente nos volvimos de nuestros ídolos, cualesquiera que ellos fueran, sino que somos, de hecho, llevados a la presencia misma de Dios, para hallar nuestro deleite en Él, para gozarnos en Él; para andar con Él, para hallar todas nuestras fuentes en Él, para recurrir a sus inagotables recursos, para hallar en Él una respuesta perfecta a todas nuestras necesidades, de modo que nuestras almas estén satisfechas, y eso para siempre. ¿Queremos nosotros regresar a los ídolos? ¡Jamás! ¿Sentimos algún anhelo por nuestros antiguos objetos? No si nuestros corazones están comprendiendo nuestro lugar y nuestra porción en Cristo. ¿Tuvo el hijo pródigo algún anhelo por las algarrobas y los cerdos, cuando descansó en el seno del padre, cuando fue vestido en la casa del padre, y cuando se sentó a la mesa del padre? Nosotros no, y no podemos, créalo. No podemos imaginar que tuviera un solo suspiro por la provincia apartada, una vez que él se halló dentro del círculo bendito de esa resplandeciente y dichosa casa de amor. Nosotros hablamos conforme a la norma divina. ¡Es lamentable! ¡muy lamentable! muchos profesan ser convertidos, y parecen seguir adelante por una temporada, pero antes de que pase mucho tiempo ellos comienzan a enfriarse, y sentirse cansados e insatisfechos. La obra no fue real. Ellos no fueron realmente traídos a Dios. Pueden haber renunciado a los ídolos por un tiempo, pero Dios mismo nunca fue alcanzado. Ellos nunca hallaron en Él una porción satisfactoria para sus corazones - nunca conocieron el significado real de la comunión con Él - nunca gustaron la satisfacción de corazón, el reposo del corazón, en Cristo. De ahí que, con el transcurso del tiempo, el pobre corazón comenzó a añorar una vez más al mundo, y regresaron, y se zambulleron en sus locuras y vanidades con mayor avidez que nunca. Casos semejantes son muy tristes, muy decepcionantes. Ellos acarrean gran vituperio sobre la causa de Cristo, y son utilizados como un argumento para el enemigo, y como una piedra de tropiezo para averiguadores ansiosos. Pero dejan el asunto de la conversión divina justo donde estaba. El alma que es verdaderamente convertida es una que no meramente se ha vuelto (convertido) de este presente siglo malo, y todas sus promesas y pretensiones, sino que ha sido conducida por el precioso ministerio del Espíritu Santo a hallar en el Dios vivo, y en Su Hijo Jesucristo, todo lo que puede posiblemente necesitar ahora y por los siglos. Un alma semejante ha terminado divinamente con el mundo. Ha roto con él para siempre. Ha tenido sus ojos abiertos para ver, por completo, la cosa en su totalidad. Lo ha juzgado en la luz de la presencia de Dios. Lo ha medido por la norma de la cruz de Cristo. Lo ha pesado en las balanzas del santuario, y le ha vuelto sus espaldas para siempre, para hallar un objeto absorbente y dominante en la Persona de aquel Bendito que fue clavado al madero maldito, para librarla, no sólo de las llamas eternas, sino también de este presente siglo malo.

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