CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 8
CONVERSIÓN ¿QUÉ ES?
2 - SI NO OS CONVERTÍS
"Si no os convertís . . . , no entraréis en el reino de los cielos." Esto se aplica, con igual fuerza, al degradado borracho que rueda a lo largo de la calle, peor que una bestia, y al buen temperante o abstemio inconverso que se enorgullece de su sobriedad, y que se está jactando perpetuamente del número de días, semanas, o años durante los cuales él se ha abstenido de toda bebida embriagadora. Ambos están igualmente fuera del reino de Dios; ambos en sus pecados; ambos están de camino a la destrucción eterna.
Es verdad que uno de ellos ha sido convertido de la embriaguez a la sobriedad - una bendición muy grande efectivamente, bajo un punto de vista moral y social - pero la conversión de la embriaguez a una sociedad de abstinencia no es conversión a Dios; no es volverse de las tinieblas a la luz; no es entrar en el reino del amado Hijo de Dios. Hay simplemente esta diferencia entre las dos: que el abstemio puede estar edificando sobre su temperancia, vanagloriándose de su moralidad, y engañándose así él mismo en la vana noción de que él está bien, mientras que en realidad, él está totalmente mal. El borracho está palpable e inequívocamente mal. Todos saben que un bebedor está yendo precipitadamente, y con pasos pasmosamente rápidos, a aquel lugar donde no encontrará ni una gota de agua para refrescar su lengua. Está claro que ningún borracho puede heredar el reino de Dios (1 Corintios 6:10); y tampoco lo puede heredar un abstemio inconverso. Ambos están fuera. La conversión a Dios es absolutamente indispensable tanto para el uno como para el otro; y lo mismo se puede decir de todas las clases sociales, de todas las categorías, de todos los matices de pensamiento, de todas las castas y condiciones de los hombres bajo el sol. No hay diferencia en cuanto a esta gran cuestión. Ello es válido para todos por igual, cualquiera que sea su carácter externo o su condición social - ""Si no os convertís . . . , no entraréis en el reino de los cielos."
Cuán importante es, entonces - sí, cuán trascendental es la pregunta para cada uno, «¿Soy yo convertido?» No es posible para el lenguaje humano presentar la magnitud y solemnidad de esta interrogante. Continuará...
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