CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 47

? 8- ESPERANDO LA VENIDA DEL SEÑOR Todo esto estaba incluido en el precioso evangelio que Pablo predicaba, y que los Tesalonicenses convertidos recibieron. Nosotros hallamos una indicación indirecta, pero muy interesante de esto en un pasaje en Hechos 17, donde el escritor inspirado registra lo que los Judíos infieles pensaban y decían acerca de la predicación del apóstol. "Pero los judíos, incitados por celos, tomaron consigo ciertos hombres malos, de los ociosos que frecuentan la plaza, y habiendo reunido al populacho, alborotaron la ciudad; y acometiendo la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Y no hallándolos, arrastraron a Jasón y a ciertos hermanos ante los magistrados de la ciudad, gritando: ¡Estos hombres que han trastornado e! mundo habitado, han venido acá también; a quienes Jasón ha acogido: y éstos todos obran en oposición a los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús!" (Hechos 17: 7 - 7; VM). Tales eran las ideas que esos pobres, prejuiciosos incrédulos inferían de la predicación de los amados siervos del Señor; y podemos ver en ellas los elementos de grandes y solemnes verdades - el completo trastorno del presente sistema de cosas, y el establecimiento del reino eterno de nuestro Señor y Salvador. "Haré que haya trastorno, trastorno, trastorno: ni aquélla tampoco será más, hasta que venga Aquel cuyo es el derecho, y a Él se lo daré." (Ezequiel 21:27 - VM). Pero no solamente la venida y el reino del Señor ocupaban un lugar prominente en la predicación del apóstol, ellos también resplandecen brillantemente en toda su enseñanza. Los Tesalonicenses no sólo se volvieron (convirtieron) a esta esperanza bienaventurada; ellos fueron edificados, establecidos y avanzaron en ella. Ellos fueron enseñados a vivir en el resplandor de ella a cada hora del día. No era un dogma seco, estéril, a ser recibido y sostenido como parte de un credo impotente, sin valor; se trataba de una realidad viva, un poderoso poder moral en el alma - una esperanza preciosa, purificadora, santificadora, elevadora, apartando completamente el corazón de las cosas presentes, y haciéndole esperar, momento a momento - sí, lector, repetimos con énfasis, momento a momento - el regreso de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo, quien nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros. Continuará...

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