CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 48

8- ESPERANDO LA VENIDA DEL SEÑOR Es interesante notar que, en las dos epístolas a los Tesalonicenses, hay muchas más referencias a la venida del Señor que en todas las otras epístolas en su conjunto. Esto es tanto más notable, ya que ellas eran las más tempranas de las epístolas de Pablo, y fueron escritas a una asamblea muy joven en la fe. Si el lector da sólo una mirada rápida a estos dos muy preciosos escritos, hallará la esperanza del regreso del Señor introducido en cada uno de los ocho capítulos, y en conexión con toda clase de temas. Por ejemplo, en el capítulo 1 la tenemos presentada como el gran objeto a ser mantenido siempre delante del corazón del Cristiano, cualesquiera sean su posición o su relación - la luz resplandeciente brillando al final de su largo peregrinaje a través de este mundo oscuro y afanoso. "Os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y para esperar" - ¿qué? ¿El momento de la muerte de cada uno de ellos? Ninguna cosa semejante, ninguna alusión a una cosa tal. La muerte, para el creyente, está abolida, y nunca es presentada como el objeto de su esperanza. ¿Qué fueron enseñados, entonces, los discípulos Tesalonicenses a esperar?: "a su Hijo, cuando venga de los cielos, a quien él resucitó de entre los muertos." (1 Tesalonicenses 1: 9, 10 - VM). Y entonces, ¡noten el hermoso añadido! "A Jesús, que nos liberta de la ira venidera." (1 Tesalonicenses 1:10 - VM). Esta es la Persona que estamos esperando; nuestro precioso Salvador; nuestra gran Libertador; Aquel que tomó a Su cargo nuestro caso desesperado, quien tomó, a nuestro favor, el cáliz de ira, de manos de la Justicia infinita, y lo vació, para siempre; quien aclaró la perspectiva de cada nube, de modo que nosotros podamos fijar la mirada en el cielo, y hacia adelante en la eternidad, y ver nada más que el resplandor y la bienaventuranza de Su amor y gloria, como nuestro feliz hogar por la eternidad. Oh, amado lector cristiano, ¡cuán bienaventurado es estar esperando, mañana, tarde, atardecer, y medianoche, la venida de nuestro misericordioso Libertador! ¡Qué santa realidad estar siempre esperando el regreso de nuestro amado y bendito Salvador y Señor! ¡Qué separación y elevación se producen por el hecho de levantarnos cada mañana para comenzar nuestro curso diario del deber - cualquiera que pueda ser ese deber, ya sea la tarea de fregar el suelo, o de evangelizar un continente - para acariciar la resplandeciente y bienaventurada esperanza de que, antes que las sombras del anochecer nos envuelvan, podamos ser llamados a ascender en los pliegues de la nube de gloria para encontrarnos con nuestro Salvador que viene! Continuará...

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