CONVERSIÓN ¿QUÉ ES? Capítulo 51

8- ESPERANDO LA VENIDA DEL SEÑOR Que el lector ponga atención especialmente a la última cláusula de esta conmovedora y hermosa cita. "Con todos sus santos." ¡Qué admirable sabiduría resplandece aquí! El apóstol estaba a punto de abordar directamente un error en que los creyentes Tesalonicenses habían caído, con referencia a sus amigos que ya habían partido. Ellos temían que quienes habían dormido no participarían en el gozo de la venida del Señor. Este error es demolido completamente mediante la breve frase, "con todos los santos." Ni uno de ellos estará ausente en el gozoso encuentro, en esa alegre escena. ¡Bienaventurada certeza! Respuesta triunfante para todos quienes querrían hacernos creer que ninguno de ellos compartirá el gozo de la venida de nuestro Señor ¡excepto los que vean esto, aquello, y lo otro! "Con todos los santos", a pesar de la ignorancia y el error de ellos, sus dudas y sus tropiezos, sus deficiencias y sus fracasos. Nuestro bendito Señor, el eterno Amante de nuestras almas, no excluirá a ninguno de nosotros de aquel momento dichoso. ¿Toda esta gracia sin igual ha de hacernos descuidados? ¡Dios no lo permita! No, solamente es el sentido permanente de ella lo que puede guardarnos conscientes de nuestra responsabilidad santa de juzgar todas las cosas en nosotros, y en nuestros caminos, que sean contrarias a la mente de Cristo. Y no sólo eso, sino que la esperanza del regreso del Señor, si se mantiene brillante y fresco en el corazón, debe purificar, santificar, y elevar nuestro carácter y nuestro curso completos, como ninguna otra cosa puede hacerlo. "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro." (1 Juan 3:3). Es moralmente imposible para cualquiera vivir en la esperanza de ver a su Señor en cualquier momento, y con todo, tener su corazón puesto en las cosas mundanas, en el hacer dinero, en el desenfreno, el placer, la vanidad, la necedad. No nos engañemos a nosotros mismos. Si esperamos diariamente al Hijo de Dios desde el cielo, debemos soltar las cosas del tiempo y del sentido. Podemos sostener la doctrina de la venida del Señor como un mero dogma en el intelecto; podemos tener la extensión entera de la verdad profética delineada delante de los ojos de nuestra mente, sin que ello produzca el más mínimo efecto sobre el corazón, el carácter, o la vida práctica. Continuará...

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