DIOS POR NOSOTROS Capítulo 12

3- LA RESURRECCIÓN DE SU HIJO Si el Hombre que fue entregado por nuestras transgresiones está ahora en el cielo —y lo está por la mano y la acción del mismo Dios—; entonces, con plena seguridad, todos nuestros pecados han desaparecido, y quedamos justificados de todas las cosas, tan libres de cualquier cargo de culpa y de toda pizca de condenación, como el propio adorable Salvador. No puede en modo alguno ser de otra manera, si creemos en el que levantó de entre los muertos a Jesús, Señor nuestro. Es completamente imposible que se presente ningún cargo contra el que cree en el Dios de la resurrección, por la sencillísima razón de que el que lo resucitó fue el mismo que lo molió por los pecados del creyente. ¿Por qué lo resucitó? Porque los pecados por los que lo molió fueron todos quitados de en medio para siempre. El Señor Jesús, después de haber defendido nuestra causa y haberse hecho responsable en todo por nosotros, no podría estar donde está ahora, si permaneciese una sola jota o una sola tilde de nuestra culpabilidad. Pero, por otra parte, estando donde está ahora, y estando allí por la acción misma de Dios, es imposible —totalmente imposible— que pueda surgir ninguna objeción en cuanto a la plena justificación, y la perfecta justicia, de quienquiera que cree en él. Así pues, en el momento en que alguien cree en Dios, en Su carácter especial de Aquel que resucitó a Jesús, es considerado como perfectamente justo delante de Él. Esto es de lo más maravilloso, pero es divina y eternamente cierto. ¡Ojalá sienta el lector su poder, su dulzura y su tranquilizadora virtud! Sí, ¡ojalá le otorgue el Espíritu eterno, en lo profundo del corazón, el sentido de la bendición que comporta! Entonces sí que tendrá perfecta paz en el alma; entonces, también, entenderá que, al resucitar a su Hijo, lo mismo que al entregarlo y molerlo, Dios se ha declarado y mostrado a favor de nosotros.Nos habíamos propuesto poner ante la consideración del lector Hebreos 13:20, pero hemos de permitirle que medite por sí mismo sobre esa estupenda porción, mientras pasamos a presentar nuestra cuarta prueba de que Dios es por nosotros. Esa prueba se halla en el descenso del Espíritu Santo.

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