DIOS POR NOSOTROS Capítulo 16

5- LA POSESIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS No; un niño puede entender “las Sagradas Escrituras, las cuales nos pueden hacer sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. No hay debajo de la bóveda del cielo una sola persona que posea un ejemplar de la Biblia, que no sea solemnemente responsable delante de Dios por el uso que haga de ella. Si los cristianos profesantes estuviesen divididos en diez mil veces más denominaciones que las que existen; si ellos fuesen diez mil veces más inconsecuentes que lo que son; si las escuelas de doctrina y los doctores en teología estuviesen diez mil veces más opuestos entre sí que lo que están, todavía la palabra para cada poseedor de una Biblia es: «A Moisés y a los profetas tienes, y el Nuevo Testamento; óyelos». ¡Ojalá pudiésemos persuadir al lector inconverso, adormecido, incrédulo, a pensar en estas cosas, a pensar en ellas ahora mismo, a ponderarlas en las profundidades más secretas de su ser moral, para prestarles toda la atención de su corazón, antes que sea demasiado tarde! Contemplamos con horror creciente la condición de un alma perdida en el infierno, abriendo los ojos en aquel lugar de tormentos sin fin, para darse cuenta del hecho tremendo de que Dios está en contra de ella para siempre; que ha desaparecido toda esperanza; que nada ni nadie puede tender jamás un puente para salvar el abismo que separa la región de los perdidos, del cielo de los redimidos; que “está puesta una gran sima”. No podemos seguir adelante. El pensamiento es realmente abrumador. El corazón se parte al contemplar este cuadro aterrador. Querido lector, permítenos suplicarte, antes de dejar la pluma, que te vuelvas en esta misma hora a un Salvador bendito y amoroso, que está con los brazos abiertos y con el corazón abierto, para recibir a todos los que van a él, y que te asegura: “al que viene a mí, de ninguna manera le desecharé” (Juan 6:37, VM). Ven y cree y confía en la palabra fiel de Dios y en la obra consumada de Cristo. Aquí radica el precioso secreto de todo este asunto. Aparta los ojos de ti mismo y ponlos directamente en Jesús; confía sencillamente en él y en lo que ha hecho por ti en la cruz, y todos tus pecados serán borrados, y la justicia divina será tuya, como así también la vida eterna, la adopción de hijo, la morada del Espíritu, un Abogado eficaz, un hogar espléndido en el cielo, una porción en la eterna gloria de Cristo —sí, con tal que creas en Jesús, todas esas cosas serán tuyas— y la mejor de todas ellas, él mismo. ¡Ojalá te guíe el Espíritu Santo, en este momento, a los pies de Jesús, y te haga capaz de clamar, en un tono de santo triunfo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”! ¡Que Dios lo otorgue por Jesucristo!

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