DIOS POR NOSOTROS CAPÍTULO 5

1-EL DON DE SU HIJO El pozo era hondo y no tenía nada con que sacarla». ¡Ah, no! Ese lenguaje no se usará jamás, esa objeción no podrá jamás ser presentada por ninguno que esté en las filas de los perdidos. Cuando los seres humanos pasen a la eternidad verán con terrible claridad lo que ahora pretenden pensar que es tan oscuro y embrollado, a saber, la perfecta compatibilidad de la soberana gracia electiva de Dios y la gratuita oferta de salvación a todos: la más perfecta armonía entre la soberanía divina y la responsabilidad humana. Confiamos de todo corazón en que el lector se percate de estas cosas ahora mismo. Es de la mayor importancia mantener en el alma el equilibrio de la verdad, permitir que los rayos de la revelación divina actúen con pleno poder en el corazón y la conciencia, sin que se lo impida la atmósfera tenebrosa de una teología puramente humana. Hay un peligro inminente en extraer un cierto número de verdades abstractas y formar con ellas un sistema. Necesitamos el poder ajustador de toda la verdad. El crecimiento espiritual y la santificación práctica del alma se promueven, no por medio de alguna verdad, sino por la verdad en toda su plenitud, tal como está comprendida en la persona de Cristo y expresada en las Sagradas Escrituras por el Espíritu eterno. Debemos deshacernos de todas nuestras nociones preconcebidas, de todas nuestras opiniones meramente teológicas, y llegarnos como niños a los pies de Jesús para ser instruidos por su Espíritu con base en su santa palabra. Sólo así hallaremos reposo frente a los dogmas opuestos de los sistemas teológicos, y veremos desaparecer todas las densas nubes y nieblas de la opinión humana, y nuestras almas libertadas podrán bañarse en la clara luz solar de la completa revelación divina.

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