EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 3

INTRODUCCION (Éxodo 21:1-6; Juan 13:1-10; Lucas 12:37) “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Aunque estas líneas tienen principalmente en vista a aquellos santos de Dios que han emprendido la carrera, no obstante, creemos que desconoceríamos el corazón y las simpatías de Cristo si pasáramos por alto el hecho de que puede haber algunas almas que necesitan, como dije, precisamente comenzar desde el principio mismo con este precioso misterio: Cristo el siervo; quienes nunca asumieron la posición de reposo que les da la obra consumada de Cristo. Puede que ellos hayan comenzado a pensar en la salvación de su alma y en la eternidad; pero lo que ocupa principalmente su mente es el pensamiento de que Dios reclama algo de ellos, algún servicio de su parte, y dicen: «Debo hacer esto o aquello, o más todavía.» Ahora bien, amados, lo repito con el más profundo énfasis: Debéis terminar por completo con vuestros propios actos, con vuestros propios razonamientos, con vuestros sentimientos personales; sabed que ni vuestros sentimientos, ni pensamientos, ni razonamientos ni ningún acto que hagáis os pondrá jamás en posesión de la salvación. Es menester que os detengáis para contemplar lo que Dios os presenta. Es menester que saquéis vuestros ojos de vosotros mismos y de vuestro servicio, y los fijéis en Cristo y en Su servicio; que dejéis vuestras incansables obras sin valor, y reposéis plenamente y con absoluta confianza en la obra completa de Cristo, la cual ha satisfecho perfectamente la justicia de Dios y lo ha glorificado plenamente en cuanto a la gran cuestión de vuestro pecado y vuestra culpa. Aquí estriba el divino secreto de la paz, de la paz en Jesús, de la paz con Dios, de la paz eterna. Nada estará bien jamás hasta que os emplacéis sólidamente sobre este terreno. Si estáis ocupados con vuestras obras para Cristo, nunca obtendréis la paz; pero si simplemente os aferráis a Dios en su Palabra y reposáis en su Cristo, poseeréis una paz que ni la tierra ni el infierno podrían jamás arrebatar ni perturbar. Ahora bien, antes de proseguir quisiera formular una pregunta: ¿Habrá aquí algún corazón que no haya reposado aún? ¿Habrá un solo corazón que pueda decir: «No puedo estar satisfecho con el servicio de Cristo, no hallo ningún reposo en su obra»? ¡¿Qué?! El Hijo de Dios se inclinó para servirnos. Continuará...

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