EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 4
INTRODUCCION
(Éxodo 21:1-6; Juan 13:1-10; Lucas 12:37)
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).
Aquel que nos hizo, el que nos dio vida y aliento y todas las cosas, Aquel ante quien todos somos responsables, se inclinó para hacerse nuestro siervo. No se trata de demandar que hagamos algo o que demos algo. Él nos declara que “el Hijo del Hombre... vino... para servir, y para dar” (Marcos 10:45). Sopesad estas palabras. Ellas abarcan toda la vida del Hijo del Hombre; podéis tomarlas y aplicarlas a vosotros en todo su alcance y plenitud, como si fuerais el único objeto de este servicio en el mundo. Cristo no vino a adquirir ni a demandar. La mente legal os presenta a Dios como un exactor que reclama algo de vosotros, que exige vuestros servicios de una u otra forma. ¡Oh, os ruego que recordéis que nuestra primera gran ocupación, nuestra primordial y más importante obra, es creer en Jesús; reposar dulcemente en él, en lo que ha hecho por nosotros en la cruz, y en lo que hace por nosotros en el trono! “Ésta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:29). Recordemos la interesante pregunta del salmista —que formuló cuando sus ojos se fijaron en la grandeza y multitud de los beneficios de Jehová—: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” ¿Cuál fue su respuesta?: “Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová” (Salmo 106:12-13).
Tal es la manera de «pagar al Señor»; la que le complace y glorifica. Si queréis realmente pagar, debéis tomar. ¿Tomar qué? “La copa de la salvación” —una copa que desborda seguramente—; y mientras que la lleváis a vuestros labios, mientras que las glorias de la salvación de Dios brillan en vuestra alma, de vuestro corazón agradecido fluirán ríos de alabanzas vivas hacia Él. Y sabéis que él ha dicho: “El que sacrifica alabanza me honrará” (Salmo 50:23). En una palabra, cuanto más permitís que vuestra alma se detenga a contemplar el maravilloso misterio del servicio que Cristo cumple para vosotros, en la profundidad de vuestras necesidades, tanto más seréis puestos en la verdadera actitud en que podáis servirle. Continuará...
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