EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 8

1- EL MINISTERIO DE CRISTO EN EL PASADO Detengámonos un momento, amados. Aquí hay algo en que el corazón bien puede extasiarse: Vemos en este tipo del Antiguo Testamento a Jesús, el eterno amante de nuestras almas; el verdadero siervo. Recordaréis esa notable escena de la vida de nuestro Salvador, cuando exponía, ante sus discípulos, la historia solemne e inminente de su pasión y de su crucifixión. Jesús “comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle” (Marcos 8:31). Pedro, sin saberlo, quiso estorbar al verdadero Siervo en Su marcha hacia el “poste”; quiso que tuviera compasión de Sí mismo, y que mantuviera Su libertad personal. ¡Mas, prestad oídos, amados, a la severa reprensión dirigida al mismo hombre que, momentos antes, había hecho tan excelente confesión de Cristo!: “Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 33). Notad este hecho. Jesús se vuelve hacia sus discípulos y, mirándolos, es como si dijera: «¿Qué sería de ellos si atendiera tus consejos, Pedro; si tuviera compasión de mí; si me aparto de esta cruz hacia la cual marcho?» ¿No es esto, en toda su belleza moral, el siervo hebreo que dice: “Yo amo a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre”? Jamás perdamos de vista, amados, pues es un punto de suprema importancia, el hecho de que no había nada que al Señor Jesucristo le impusiera la necesidad de marchar hacia la cruz. Continuará...

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