EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 9

1- EL MINISTERIO DE CRISTO EN EL PASADO Nada le imponía la necesidad de dejar la gloria que tenía con el Padre desde la eternidad para descender a este mundo; y cuando vino aquí abajo y asumió una perfecta humanidad, no hubo ninguna causa que le impusiera la necesidad de ir a la cruz; pues en cualquier momento de su vida bendita —desde el pesebre de Belén hasta la cruz del Calvario— bien podía regresar al lugar de donde había venido. La muerte no tenía ningún derecho sobre él. El príncipe de este mundo vino, y no tuvo nada en él. Hablando de su vida, el Señor pudo decir: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:18). Y en Getsemaní, cuando se acercaba la hora suprema, le oímos proferir estas palabras: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mateo 26:53-54). ¡Ah, bien podemos decir que la verdad iba mucho más allá de lo que proferían las masas inconscientes que rodeaban la cruz, cuando hacían oír esos acentos burlones: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”! ¡Pero lo que tendrían que haber dicho más bien es: «a sí mismo no se quiere salvar»! ¡Oh, bendito sea su Nombre por siempre jamás! Jesús no tuvo compasión de sí mismo, sino de nosotros. Él nos vio sumidos en la ruina y la miseria, perdidos y sin esperanza. Vio que no había ningún ojo abierto a compasión, ningún brazo tendido para socorrernos; y —¡alabad todos su Nombre sin par!—, dejando el trono de su gloria, Cristo descendió a este mundo de maldad y se hizo hombre, a fin de que, como hombre, por el sacrificio de sí mismo, pudiese librarnos del lago de fuego y unirnos a él, sobre el nuevo y eterno fundamento de una redención cumplida, en el poder de una vida de resurrección, conforme a los eternos consejos de Dios y para alabanza de su gloria. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario