EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 18

2- EL MINISTERIO DE CRISTO EN EL PRESENTE Esto nunca debería suceder. Ciertamente nunca podemos reducir todo a un nivel muerto. Debemos dejar que la Palabra de Dios actúe sobre la vida que el Espíritu de Dios ha implantado en un alma. No causaría sino perjuicio a los demás si, a mi sugerencia, hago que adopten un determinado estilo de vestir. La gran cuestión es que el reino de Dios ejerza su imperio sobre todo el carácter del individuo. En esto consiste el verdadero progreso, y en esto también se manifiesta la gloria de Dios. Prosigamos con nuestro ejemplo. Nuestra joven amiga, en el curso de sus lecturas de la Palabra, quedó cautivada por el específico pasaje que todos conocemos: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1.ª Timoteo 2:9-10). Y también: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1.ª Pedro 3:3-4). Ahora bien, aquí se nos ilustra el ministerio actual de Cristo; la acción de la Palabra sobre el alma; la aplicación del lebrillo a los pies; el lavamiento del agua por la Palabra. Es Jesús inclinándose para lavar los pies de esta joven discípula. La cuestión es si ella recibirá la acción. ¿La recibirá o se resistirá a ella? ¿Rechazará el lebrillo? ¿Rehusará el ministerio de gracia del Señor? “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Esto es muy solemne y reclama nuestra más seria atención. La purificación de nuestros caminos por la acción de la Palabra mediante el poder del Espíritu Santo, sigue en importancia al hecho de tener la conciencia purificada por la sangre de Cristo. Esto último nos da parte en Cristo, y nunca se repite; lo primero nos da parte con Cristo, y jamás debe interrumpirse. Continuará...

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