EL REMANENTE Capítulo 12

1- EL REMANENTE EN LOS TIEMPOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Pero no se trata de eso. Lo que debemos ponderar es el notable hecho de que las palabras y los caminos de este endeble remanente, en medio de una creciente iniquidad, fueron tan placenteros al corazón de Dios que Éste hizo escribir un libro de memoria acerca de ellos. Y podemos afirmar sin titubeos que las palabras de estas almas fieles fueron más gratas al corazón de Dios que los cantores y trompeteros del tiempo de Salomón: “Hablaron cada uno a su compañero”[2]. “Los que temen a Jehová y... piensan en su nombre.” Había una fidelidad individual, una devoción personal; amaban al Señor, y esto los atrajo y mantuvo juntos. Nada podría ser más hermoso. ¡Ojalá que haya más de este espíritu entre nosotros! ¡Cuánta necesidad tenemos de obrar como este remanente, al margen de todo el conocimiento del que podamos jactarnos! Estos santos no hicieron nada grandioso ni rimbombante a los ojos de los hombres; pero ¡ah! amaban al Señor, pensaban en Él, y su común fidelidad a Dios los juntó para hablar de Él. Esto es precisamente lo que hacía encantadoras sus reuniones, gratas y deleitables para el corazón de Dios. Ellos brillaban con un intenso y hermoso resplandor sobre el fondo sombrío de la religión mercenaria, motivada sólo por el salario y por la rutina, sin un corazón para Dios, en medio de la cual estaban envueltos. Ellos no estaban unidos por ciertos puntos de vista o por ciertas opiniones comunes; ningún servicio ritualista ni observancia ceremonial los unía; no, lo que los unía era una profunda devoción personal al Señor, grata a Su corazón. Él estaba cansado de todo este sistema ritualista y sin realidad que profesaba la masa, pero halló agrado en la genuina devoción de algunas almas preciosas que procuraban estar reunidas tantas veces como podían para hablarse unas a otras y para animarse mutuamente en el Señor. ¡Oh, si esto se experimentase más entre nosotros! Es mucho lo que lo anhelamos. Confesamos al lector que nuestro deseo vehemente al escribir estas líneas es fomentar esta devoción. Nos asusta sobremanera la influencia desecante y paralizante del formalismo y de la rutina religiosa. Corremos el peligro de caer en una rutina y de proseguir la marcha día a día, semana tras semana, año tras año, de una manera pobre, fría y puramente formal, ofensiva para el corazón lleno de amor de nuestro adorable Salvador y Señor, quien desea verse rodeado de una compañía de seguidores sinceros y piadosos, fieles a su nombre y a su Palabra; fieles los unos a los otros por amor de su nombre; una compañía de discípulos que busque servirle de toda manera justa entretanto espera ardientemente su bendita aparición. ¡Que el Espíritu Santo obre con poder en el corazón de todo el pueblo de Dios, reanimando, restaurando, reavivando y preparando una compañía que reciba con regocijo al Novio celestial! No cesamos de pedir por ello a nuestro Dios.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario