EL REMANENTE Capítulo 8

1- EL REMANENTE EN LOS TIEMPOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Todo esto está lleno de preciosísimas enseñanzas para todo el pueblo del Señor en la actualidad. Existen dos males principales contra los cuales debemos estar en guardia. En primer lugar, debemos guardarnos de la pretensión eclesiástica, es decir, de jactarnos de tener una posición eclesiástica sin una conciencia ejercitada y sin el santo temor de Dios en el corazón. Se trata éste de un mal terrible respecto del cual todo amado hijo de Dios debería velar con la mayor diligencia. Nunca debemos olvidar que la Iglesia profesante ha sido arruinada por completo y en forma irreversible, y que todo esfuerzo por restaurarla no es sino una vana ilusión. No somos llamados a organizar un cuerpo, y de ahí que no tengamos la competencia para ello. El Espíritu Santo es quien organiza el cuerpo de Cristo. Pero, por otro lado, no debemos aducir como pretexto la ruina de la Iglesia para debilitar la verdad o para descuidar nuestro andar personal. Corremos gran peligro de caer en estas cosas. No hay ninguna razón para que un hijo de Dios o un siervo de Cristo haga o apruebe lo que está mal o continúe un solo instante asociado con lo que no cuente con la autoridad de: “Así ha dicho el Señor” (Amós 5:16). ¿Qué dice la Escritura? “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2.ª Timoteo 2:19). ¿Y qué se debe hacer después? ¿Permanecer solos? ¿No hacer nada? ¡Oh no, gracias a nuestro benévolo Dios! Hay un camino: seguir “la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (v. 22), un corazón fiel a Cristo y a sus intereses. Pero debemos proseguir con nuestro tema, por lo que solicitaremos al lector que se remita al capítulo 8 de Nehemías. Continuará...

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