EL YUGO DESIGUAL Capítulo 9

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como quien golpea el aire” (1.ª Corintios 9:24-27). No se trata aquí de una cuestión de vida o de salvación, sino simplemente de una cuestión de carrera en el estadio; de correr de tal manera que obtengamos el premio, no la vida, sino una corona incorruptible. El hecho de ser llamados a correr da por supuesto que tenemos la vida, pues nadie instaría a correr en el estadio a hombres muertos. Es evidente que yo debo tener la vida antes de comenzar a correr y, por consiguiente, no la podré perder, aunque no vaya a ganar la corona prometida; pues no es la vida lo que se propone como el premio a obtener. No somos llamados a correr a fin de obtener la vida, pues ella no proviene de aquel que corre, sino de Dios por la fe en Jesucristo, quien, por su muerte, obtuvo la vida para nosotros, y nos la comunica por el poder del Espíritu Santo. Ahora bien, esta vida, al ser la vida de un Cristo resucitado, es eterna; pues él es el Hijo eterno, como él mismo lo dice al dirigirse al Padre en Juan 17: “Le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste" (v. 2). Esta vida es dada por gracia, sin ninguna condición. Él no nos da la vida, como pecadores, para llamarnos luego a correr a fin de obtenerla, como santos, con la oscura posibilidad de perder esta preciosa gracia al tropezar en nuestra carrera. Ello sería correr “como a la ventura”, tal como muchos, lamentablemente, tratan de hacerlo, quienes profesan estar en la carrera, sin saber, no obstante, si tienen o no la vida. Tales personas corren para obtener la vida y no una corona; pero Dios no ofrece la vida al fin del estadio, como premio al vencedor; él la da en el punto de partida, como la fuerza por la cual corremos. La capacidad de correr y el objeto tras el cual corremos son dos cosas muy diferentes; sin embargo, ellas son continuamente confundidas por aquellos que ignoran el glorioso Evangelio de la gracia de Dios, en el cual Cristo es manifestado como la vida y la justicia de todos cuantos creen en su nombre; y eso, además, como el gratuito don de Dios y no como la recompensa por haber corrido bien. Continuará...

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