LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 12

1- HAY UNA ASAMBLEA DE DIOS EN LA TIERRA Si es permisible apartarse de las Escrituras siquiera en algo, ¿hasta dónde podemos ir en tal dirección? Si se admite en alguna medida la autoridad de la tradición, ¿quién deberá fijar su extensión? Si abandonamos la bien definida y estrecha senda de la revelación divina y entramos en el vasto y enmarañado campo de la tradición humana, ¿no tiene un hombre tanto derecho como otro de elegir en él lo que desea? En resumen, es obviamente imposible enfrentar a los adherentes del catolicismo romano en cualquier otro terreno que no sea aquel en el cual la Asamblea de Dios toma posición, a saber, la suficiencia absoluta de la Palabra de Dios, del nombre de Jesús y del poder del Espíritu Santo. Tal es —bendito sea Dios— la invencible posición ocupada por su Asamblea; y, por más débil y despreciable que pueda ser esta Asamblea a los ojos del mundo, sabemos, porque Cristo lo dijo, que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Esas puertas prevalecerán, sin duda, contra todo sistema humano, contra todas esas corporaciones y asociaciones que los hombres han erigido. Y nunca hasta ahora ese triunfo del Hades ha sido manifiesto más terriblemente que en el caso de la propia iglesia de Roma, aunque ella haya pretendido arrogantemente hacer de esta misma declaración de nuestro Señor el baluarte de su poder. Nada puede resistir el poder de las puertas del Hades, salvo esta Asamblea edificada sobre la «Piedra viviente»; y la expresión local de esta Asamblea puede estar constituida por esos “dos o tres reunidos en el nombre de Jesús”, un pobre, débil y miserable puñado, la basura del mundo, los peores de todos. Es bueno ser claros y decididos en cuanto a esto. La promesa de Cristo nunca puede fallar. Él —bendito sea su nombre— descendió hasta el punto más bajo posible al cual su Asamblea puede ser reducida, aun a “dos”. ¡Qué misericordioso! ¡Qué compasivo! ¡Qué considerado! ¿Quién como él? Continuará...

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