LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 14

1- HAY UNA ASAMBLEA DE DIOS EN LA TIERRA Y podemos agregar que, de esta lección bien comprendida, resultaría la capacidad para distinguir entre el “reino de los cielos” y la Asamblea de Dios. El primero se puede comparar con una vasta ciénaga y la última con un arroyo que corre a través de la ciénaga y que está en constante peligro de perder su carácter distintivo, así como su propia dirección, por entremezclarse con las aguas circundantes. Confundir las dos cosas es dar el golpe mortal a toda disciplina piadosa y, consecuentemente, a la pureza en la Asamblea de Dios. Si el reino y la Asamblea significan la misma cosa, entonces ¿cómo actuaríamos en el caso de “esa persona perversa” de 1.ª Corintios 5? El apóstol nos dice que la “quitemos fuera”. ¿Dónde debemos ponerla? Nuestro Señor mismo nos dice positivamente que “el campo es el mundo”; y también, en Juan 17, nos dice que los suyos no son del mundo. Esto hace que todo sea bastante claro. Pero los hombres nos dicen, pese a la declaración del propio Señor, que el campo es la Iglesia, y que la cizaña y el trigo —los impíos y los piadosos— tienen que crecer juntos y que de ninguna manera tienen que ser separados. Así, la clara y positiva enseñanza del Espíritu Santo en 1.ª Corintios 5 es puesta en abierta oposición a la igualmente clara y positiva enseñanza de nuestro Señor en Mateo 13; y todo esto surge del esfuerzo por confundir dos cosas distintas, a saber, el “reino de los cielos” y la “Asamblea de Dios”. El objetivo que me propuse no me permite dedicarme más al interesante tema del “reino”. Bastante se ha dicho si con ello el lector ha sido convencido de la inmensa importancia de distinguir debidamente entre aquel reino y la Asamblea. Vamos ahora a examinar lo que es esta última. ¡Que el Espíritu Santo sea nuestro Maestro!

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