LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 24

2.2- QUÉ ES LA ASAMBLEA DE DIOS Todo esto es horrible y humillante. Nadie se imagine que, al luchar por la verdad tocante a la Asamblea de Dios, ignoramos u olvidamos los escollos y pruebas a los cuales ella está expuesta. Lejos de ello. Nadie podría estar, como nosotros, durante veintiocho años en ese terreno sin estar penosamente consciente de lo difícil que es mantenerlo. Pero entonces las pruebas mismas, los peligros y las dificultades se revelan como otras tantas pruebas —penosas, si se quiere, pero pruebas de la verdad de la posición—; y, si no hubiera otro remedio que apelar a la autoridad humana, a un establecimiento del hombre en el lugar de Cristo, a un retorno a los sistemas humanos, declararíamos sin titubeos que el remedio sería mucho peor que la enfermedad. Porque si fuésemos a adoptar ese remedio, ello sólo manifestaría los más enojosos síntomas de la enfermedad, a saber, el rechazo a dolernos del mal y, por el contrario, la disposición a jactarnos de él como fruto de un pretendido orden. Pero —bendito sea Dios— hay un remedio. ¿Cuál es? “Allí estoy yo en medio de ellos.” Esto es suficiente. No hay un papa, un sacerdote, un ministro o un dirigente en medio de ellos, alguien que los encabece, alguien que ocupe el sillón o el púlpito. No existe un solo pensamiento de algo semejante de un extremo al otro del Nuevo Testamento. Aun en la asamblea de Corinto, donde reinaba la confusión y el desorden más grave, el apóstol inspirado jamás insinúa siquiera cosa tal como un dirigente humano, bajo un título cualquiera. “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1.ª Corintios 14:33). Dios estaba allí para guardar el orden. Ellos tenían que depender de él y no de un hombre, cualquiera fuese su título. Establecer a un hombre para que guarde el orden en la Asamblea de Dios es pura incredulidad y un abierto insulto a la Presencia Divina. Se nos ha pedido con frecuencia que proporcionemos textos de la Escritura para probar la idea de la dirección divina en la Asamblea. A ello contestamos: “Allí estoy yo”, y “Dios no es Dios de confusión, sino de paz”. Continuará...

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