LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 33
LA ASAMBLEA DE DIOS
2.3- EL PODER POR EL CUAL SE REÚNE LA ASAMBLEA
Podemos contar con que tendremos pruebas y dificultades en la Asamblea, justamente porque es la genuina y única cosa divina en esta tierra. El diablo realizará todos los esfuerzos para apartarnos de aquel santo y verdadero terreno. Él irritará la paciencia, el temperamento, herirá el amor propio, causará ofensas de mil maneras, hará cualquier cosa para hacernos olvidar de la Asamblea.
Es bueno que recordemos esto. Nosotros sólo podemos mantenernos en el terreno divino por la fe. Esto caracteriza a la Asamblea de Dios y la distingue de todo sistema humano. Ud. no puede situarse allí más que por la fe. Y, además, si Ud. quiere ser alguien, si está procurando una posición, si quiere exaltarse a sí mismo, no es necesario que piense en la Asamblea. Ud. encontrará pronto su nivel allí, con tal que sea, en cualquier medida, el que deba ser. Una grandeza terrenal o mundana, de cualquier forma, jamás será tomada en cuenta en la Asamblea de Dios. La presencia divina desluce todo lo que tiene esta naturaleza y arrasa todas las pretensiones humanas. Finalmente, Ud. no puede continuar andando en la Asamblea si está viviendo en pecado secreto. La presencia divina no le satisfará. ¿No hemos experimentado con frecuencia en la asamblea un sentimiento de incomodidad causado por la reminiscencia de muchas cosas que habían escapado a nuestra consideración durante la semana? Malos pensamientos, palabras alocadas, comportamientos poco o nada espirituales, ¡todas estas cosas se amontonan en la mente y ejercitan la conciencia en la Asamblea! ¿Por qué ocurre esto? Porque la atmósfera de la Asamblea es más tónica que aquella que hemos estado respirando durante la semana. No hemos estado en la presencia de Dios en nuestra vida privada. No nos hemos juzgado a nosotros mismos; y de ahí que, cuando tomamos nuestro lugar en una asamblea espiritual, nuestros corazones son descubiertos, nuestros caminos son expuestos a la luz; y ese ejercicio que debió haber ocurrido en privado —incluso el ejercicio tan necesario de juzgarnos a nosotros mismos— debe ocurrir cuando estamos a la Mesa del Señor. Éste es un pobre y miserable trabajo para nosotros, pero prueba el poder de la presencia de Dios en la Asamblea. Es preciso que el estado de cosas esté miserablemente bajo en la Asamblea para que los corazones no sean así descubiertos y manifestados. Es una admirable evidencia de poder espiritual en la Asamblea cuando personas sin principios, descuidadas, carnales, mundanas, ambiciosas, amantes del dinero y sin conciencia son repelidas por la propia intensidad de la atmósfera divina. La Asamblea de Dios no es lugar para tales personas. Ellas pueden respirar más libremente fuera. Continuará...
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