LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 41

2.4- LA AUTORIDAD SEGÚN LA CUAL SE REÚNE LA ASAMBLEA Alguno puede decir: «¿Sois vosotros, pues, el pueblo de Dios?». La pregunta no es: «¿Somos nosotros el pueblo de Dios?», sino: «¿Estamos en el terreno divino?». Si no lo estamos, cuanto antes abandonemos nuestra posición será mejor. Que hay un terreno divino, a pesar de toda la oscuridad y confusión, difícilmente será negado. Dios no ha dejado a su pueblo expuesto a la necesidad de permanecer en conexión con el error y el mal. Y ¿cómo podemos saber si estamos o no en el terreno divino? Sencillamente por la Palabra divina. Probemos honesta y seriamente, mediante la confrontación con la Escritura, todo aquello con lo cual nos hallamos ligados, y, si no puede soportar la prueba, abandonémoslo de inmediato. Sí, inmediatamente. Si nos detenemos para razonar o para pesar las consecuencias, seguramente equivocaremos nuestro camino. Deténgase Ud., ciertamente, para cerciorarse de cuál es el pensamiento del Señor, pero nunca para argumentar una vez que se ha cerciorado de él. El Señor nunca da luz para dar dos pasos a la vez. Él nos da luz y, cuando obramos en consecuencia, nos da más. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). ¡Preciosa divisa, alentadora para el alma! La luz “va en aumento”. No hay ninguna detención, ningún alto, ningún descanso en su logro. Ella “va en aumento” hasta que seamos introducidos en la cabal esfera de luz del perfecto día de gloria. Lector, ¿está Ud. en este divino terreno? Si es así, aférrese a él con toda su alma. ¿Está Ud. en esta senda? Si es así, avance con todas las energías de su ser moral. Nunca se contente con algo inferior a lo que es Su morada en Ud. y a la conciencia de su cercanía respecto de él. No permita que Satanás le despoje de su propia porción al inducirle a quedarse en lo que no es más que un mero nombre. Que él no le tiente hasta el punto de hacerle tomar su ostensible posición por su real condición. Cultive la comunión íntima, la oración personal, el constante juicio de sí mismo. Esté alerta contra toda esa forma de orgullo espiritual. Cultive la humildad, la mansedumbre, el quebrantamiento de espíritu, la sensibilidad de conciencia en su propio andar privado. Procure combinar la gracia más dulce hacia los demás con el coraje de un león cuando se trate de la verdad. Entonces será Ud. una bendición para la Asamblea de Dios y un testigo eficaz de la absoluta suficiencia del Nombre de Jesús.

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