COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 29

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? El apóstol Pablo no tenía sino un solo objeto: Cristo. Ya sea que se quedase en un lugar o que estuviese de viaje, que predicase el Evangelio o que juntase ramas secas para las estacas (Hechos 18), que estableciese iglesias o que hiciera tiendas, su objeto era Cristo. Tanto de noche como de día, en casa o fuera de ella, por mar o por tierra, solo o con otros, en público o en privado, Pablo podía decir: “Una cosa hago” (v. 13); y esto, notémoslo bien, no se trata solamente de Pablo el diligente apóstol, Pablo el santo arrebatado al tercer cielo, sino de Pablo el cristiano vivo, activo y caminante; de aquel que podía decirnos: “Hermanos, sed imitadores de mí” (v. 17). Y no deberíamos contentarnos con nada menos. Nuestras faltas —es triste decirlo, pero es cierto—, son numerosas; pero mantengamos siempre ante nuestros ojos el verdadero objeto. El escolar, que escribe unas líneas, sólo puede esperar que la página que redacta quede prolija si mantiene sus ojos fijos en la primera línea del encabezamiento que subrayó con una regla. Ahora bien, si luego aparta su mirada de la línea modelo, y se empieza a fijar en la última línea que acaba de trazar —lo cual es una tendencia muy común—, entonces cada línea subsiguiente se irá desviando cada vez más de la precedente. Lo mismo ocurre con nosotros: Apartamos la mirada de nuestro divino y perfecto modelo, y comenzamos a considerarnos a nosotros mismos, a fijarnos en nuestros propios esfuerzos, en lo que somos nosotros, en nuestros propios intereses, en nuestra reputación. Comenzamos a pensar en lo que estaría de acuerdo con nuestros principios, con la profesión que hacemos, con nuestra posición en el mundo, en lugar de pensar en el único objeto que el cristianismo pone ante nosotros, esto es, Cristo. Pero —dirá alguno— ¿dónde se halla esto? En efecto, si lo buscamos en las filas de los cristianos de nuestros días, ello será ciertamente difícil. Pero es lo que nos dice el tercer capítulo de la epístola a los Filipenses, y esto ha de bastarnos. Hallamos allí un modelo del verdadero cristianismo, que debemos tener única y continuamente ante los ojos. Si nuestros corazones quisieran ir en pos de otras cosas, entonces juzguémoslos. Comparemos las líneas que trazamos con la línea modelo, y busquemos seriamente reproducir una copia fiel a partir de ella. Sin duda habremos de llorar por nuestras frecuentes caídas, pero estaremos ocupados con nuestro verdadero objeto, y tendremos así formado nuestro carácter cristiano; porque, no lo olvidemos, éste es el móvil que nos hace actuar, que forma nuestro carácter; cada objeto anhelado, forma nuestro carácter. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario