COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 35

Tomo I 8-EL MATRIMONIO (Respuesta a una carta) Ya hemos alzado una voz de advertencia contra el terrible mal de los matrimonios mixtos (esto es, la unión de un creyente con un inconverso) y hemos dado un muy solemne ejemplo de sus consecuencias. Creemos que es un paso fatal que un creyente se case con un inconverso, y una triste prueba de que el corazón se ha apartado del Señor y de que la conciencia ha escapado de la influencia de la luz y la autoridad de la Palabra de Dios. Es sorprendente cómo el diablo logra echar polvo en los ojos de la gente en este asunto. Él induce a los creyentes a creer que serán una bendición para el cónyuge inconverso. ¡Qué lamentable engaño! ¿Cómo podemos esperar bendición sobre un flagrante acto de desobediencia? ¿Cómo puedo yo, siguiendo un mal camino, pretender en él corregir a otro? Pero sucede —y no infrecuentemente— que un creyente, cuando se empeña en casarse con un incrédulo, se engaña a sí mismo mediante la convicción de que es convertido. Estos creyentes aparentan estar satisfechos con pruebas de conversión que, bajo otras circunstancias, dejarían enteramente de inspirarles confianza. En estos casos, lo que gobierna es su propia voluntad. Ellos están decididos a seguir su propio camino, y entonces, cuando ya es demasiado tarde, se dan cuenta de su terrible error. Con respecto a su pregunta acerca de cómo debemos actuar con las personas que incurren en esta transgresión, no conocemos ninguna instrucción directa que conste en el Nuevo Testamento. Con toda seguridad, tendrá que haber una solemne reprensión y una fiel reprobación; pero creemos que se trata de algo que más bien pertenece al trabajo pastoral y a la disciplina personal que a la disciplina de la asamblea. Acerca del triste caso que usted menciona, no creemos que esté bien que un hijo «intente y gestione una reconciliación» entre sus padres. Si el marido desea regresar, la esposa deberá recibirlo. Creemos que esto se desprende claramente de 1.ª Corintios 7:13. “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone”. Si él desea regresar, ello equivale a “consentir en vivir con ella”; y si a ella se le dice que “no lo abandone”, ello equivale a recibirlo. Al menos, así lo juzgamos nosotros. Puede ser que el Señor esté por llevar a sus pies al marido; y, si es así, sería muy triste que una esposa creyente resultara ser una piedra de tropiezo por falta de gracia. Sin duda, el marido ha faltado grandemente a sus deberes como esposo al abandonar a su mujer, aun si no hubiera nada más serio; pero si él realmente desea volver —aparte de cualquier manipulación o influencia externas—, no podemos sino considerar que es deber de toda esposa cristiana recibirlo y procurar, mediante su “conducta casta y respetuosa” (1.ª Pedro 6:2), ganarlo para Cristo. Si ella se opusiera, y él entonces fuese empujado al pecado o al endurecimiento de su corazón, ella nunca se lo perdonaría a sí misma.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario