COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 36

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: La Escritura es muy clara en cuanto al lugar de la mujer (véase 1.ª Corintios 11:1-16) No creemos que sea conforme a la naturaleza ni conforme a la revelación, que una mujer sea prominente en la Iglesia ni en el mundo. Es nuestra profunda convicción que no existe otra esfera en la cual la mujer se desenvuelva con tanta gracia y dignidad, que en la privacidad y el retiro del círculo doméstico. Allí ella puede demostrar que es la ayuda idónea del hombre, en toda buena obra. El hogar es preeminentemente el lugar de la mujer. El Espíritu Santo le ha asignado muy puntualmente su obra, cuando declara que ella debe “gobernar su casa” (1.ª Timoteo 5:14). Puede haber, según las circunstancias, casos excepcionales en que la mujer cristiana, al no tener ningún deber hogareño particular, se desempeñe en un trabajo exterior para el auténtico beneficio de muchos; pero tales casos son más bien pocos y excepcionales. La regla general es tan clara como el agua (véase 1.ª Timoteo 5:14). En cuanto a la cuestión acerca de «los derechos de la mujer», «la liberación de la mujer», etc. No tenemos nada que ver con política. Es nuestro deseo el de ser enseñados exclusivamente por las Escrituras. Y, de hecho, no encontramos nada en el Nuevo Testamento acerca de que las mujeres ocupen un lugar en la legislatura. En la historia de Israel, siempre que la mujer fue promovida a una posición de prominencia, era una prueba de la baja condición espiritual de la nación. El apocamiento y la dejadez de Barac fue lo que impulsó a Débora a la delantera. De acuerdo con la idea normal divina, el hombre es la cabeza. Esto es visto, en perfección, en Cristo y la Iglesia. He aquí el verdadero modelo sobre la base del cual hemos de formar nuestros pensamientos. En lo que respecta a este pobre mundo, todo en él es confusión. La marcha de éste se halla alejada de los fundamentos. Dios ha dicho: “A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré” (Ezequiel 21:27). No puede haber nada derecho hasta que “los reinos del mundo hayan venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15). Hasta entonces, el cristiano ha de estar contento con ser un “extranjero y peregrino” en esta tierra (1.ª Pedro 2:11) teniendo su “ciudadanía”, su hogar, su porción, “en los cielos” (Filipenses 3:20). ¡Qué así sea con todos los que pertenecen a Cristo! No podríamos esperar tal cosa, naturalmente, de aquellas personas que se inclinan por llevar a cabo sus propios pensamientos; cuya propia voluntad nunca ha sido quebrantada; que discuten y argumentan, en vez de someterse a la autoridad de las Escrituras; que dicen: «Yo pienso», en vez de buscar y ver «lo que Dios piensa». No esperamos que ninguna de tales personas apruebe o aprecie lo que venimos escribiendo en respuesta a su pregunta. Pero debemos inclinarnos ante la autoridad de Dios en esto, así como en todo lo demás. Continuará...

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