COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 26

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? Es cierto, benditamente cierto, que Pablo trajo todos sus pecados a la cruz y que ellos fueron lavados en la sangre expiatoria de la divina ofrenda por el pecado. Pero vemos otra cosa en este importante pasaje. Vemos a un hombre legalista arrojando lejos de sí su propia justicia y estimándola como una cosa repugnante y sin valor en comparación con un Cristo resucitado y glorificado, quien es la justicia del cristiano, la justicia que pertenece a la nueva creación. Pablo tenía pecados que lamentar, pero tenía una justicia en la cual podía gloriarse. Tenía culpa en la conciencia, y laureles en la frente. Tenía abundantes cosas de que avergonzarse, y abundantes cosas de que gloriarse. Pero el punto principal que se presenta en Filipenses 3:4-8 no es el de un pecador cuyos pecados han sido perdonados, su culpa borrada y su vergüenza cubierta, sino el de un legalista que deja atrás su propia justicia, el de un erudito que se despoja de todos sus laureles, el de un hombre que abandona su vanagloria por la sencilla razón de que ha hallado la verdadera gloria, el galardón inmarcesible y una eterna justicia en la Persona de un Cristo victorioso y exaltado. No se trataba solamente de que Pablo, el pecador, tuviese necesidad de una justicia, porque, en realidad, él no tenía ninguna; sino de que Pablo, el fariseo, prefería la justicia que le fue revelada en Cristo, porque ella era infinitamente mejor y más gloriosa que toda otra. Sin duda, Pablo, como pecador, tenía necesidad de una justicia, en la cual pudiese estar de pie ante Dios, como todo otro pecador; pero no es eso lo que él nos presenta en este capítulo. Deseamos que nuestros lectores comprendan con claridad este punto, a saber, que no es sólo cuestión de que mis pecados me muevan hacia Cristo, sino de que Sus excelencias me atraen a Él. Es cierto que tengo pecados y que, por lo tanto, necesito a Cristo; pero aunque tuviese una justicia, la arrojaría lejos de mí y sería dichoso de refugiarme “en Él”. Sería una positiva “pérdida” para mí el tener una justicia propia, ya que Dios me ha provisto en su gracia de tan gloriosa justicia en Cristo. Es como Adán en el huerto de Edén; estaba desnudo y, en consecuencia, se hizo un delantal; pero habría sido una “pérdida” para él el hecho de conservar el delantal después que Jehová Dios le hiciera una túnica. Seguramente era muchísimo mejor tener una túnica hecha por la mano de Dios, que un delantal hecho por la mano del hombre. Así pensó Adán, así pensaba Pablo, y así pensaban todos los santos de Dios cuyos nombres hallamos grabados en las páginas sagradas. Es mejor estar en la justicia de Dios, que es por la fe, que estar en la justicia del hombre, que es por las obras de la ley. No es solamente una gracia ser librados de nuestros pecados mediante el remedio que Dios proveyó, sino que es también una gracia ser librados de nuestra justicia y aceptar, en lugar de ella, la justicia que Dios reveló. Continuará...

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