COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 86
Tomo I
13 LA BIBLIA SU SUFICIENCIA Y SUPREMACÍA
Pero téngase muy presente que la obediencia a los mandamientos de Cristo es justo lo contrario de la arrogancia, del dogmatismo y de la intolerancia. No es de extrañar que, cuando un hombre consiente dócilmente en confiar su conciencia al cuidado de sus semejantes y en sujetar su inteligencia a las opiniones de los hombres, se lo considere como persona apacible, modesta y liberal; pero, no bien se someta con reverencia a la autoridad de la Santa Escritura, será tenido como alguien confiado en sí mismo, dogmático y de mentalidad estrecha. Que así sea. Viene rápidamente el tiempo en el cual la obediencia será llamada por su verdadero nombre y halle su reconocimiento y recompensa. El creyente fiel debe sentirse contento de esperar ese momento y, mientras lo aguarda, debe sentirse satisfecho de permitir que los hombres lo llamen como les plazca. “Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad” (Salmo 94:11).
Pero debemos finalizar nuestro tema, por lo cual añadiremos solamente, a modo de conclusión, que existe una tercera influencia hostil contra la cual el amante de la Biblia tendrá que estar en guardia. Se trata del racionalismo o la supremacía de la razón humana. El fiel discípulo de la Palabra de Dios deberá resistir a este audaz intruso con la más firme entereza. Éste tiene la presunción de colocarse como juez de la Palabra de Dios y resolver en qué parte es digna de Dios y en qué parte no, prescribiendo límites a la inspiración. En vez de someterse con humildad a la autoridad de la Escritura, la cual se remonta de continuo a una región a la cual la pobre y ciega razón jamás la puede seguir, el racionalismo, con todo orgullo, procura hacer descender a la Escritura por debajo de Su verdadero nivel y acomodarla al de él. Si la Biblia declara algo que no concuerde aun en lo más mínimo con las conclusiones del racionalismo, entonces —se alega— tiene que tener alguna falla. Si Dios dice algo que la pobre, ciega y pervertida razón no puede conciliar con sus propias conclusiones —las cuales, nótese, las más de las veces son los absurdos más groseros. Continuará...
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