EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 12

2- ¡Chócalas Rocky! Por eso, anímense y edifíquense unos a otros. 1 TESALONICENSES 5.11, NVI Mi hermano mayor tenía la costumbre de molestarme. Para Dee, el día no estaba completo si no hacía del mío una miseria. Me hacía zancadillas cuando entraba a alguna parte. Jalaba hasta atrás las ropas de mi cama recién hecha. Luchaba conmigo hasta llevarme al piso y se me sentaba sobre el pecho hasta dejarme sin poder respirar. Cuando su bicicleta tenía una rueda desinflada, me robaba la mía. Cuando comíamos, me daba patadas debajo de la mesa y, cuando yo lo pateaba de vuelta, él fingía inocencia y me pillaban a mí. Gracias a él, aprendí el significado del término calzón chino. Me robaba la mesada. Me decía afeminado. Me lanzaba hierbas con espinas. Cuando se levantaba en la mañana, pensaba: ¿Cómo puedo molestar hoy a Max? Pero todas sus payasadas crueles quedaron compensadas con un gran acto de gracia. Me eligió para jugar en su equipo de béisbol. Mamá le había asignado deberes de hermano mayor ese día de verano. Si me dejaba seguirlo a todas partes, tenía permiso para ir al parque. Se quejó pero cedió. No se iba a perder su juego de béisbol diario. Tomamos los bates, las gorras y los guantes. Nos subimos de un salto a las bicicletas y nos fuimos de carreras al diamante de béisbol. Cuando llegamos, el lugar estaba plagado de niños. Cuando hubo que elegir equipos, me fui hacia atrás de los otros y me preparé para lo peor. La selección de equipos era suficiente para cicatrizar el alma de un niño. Funciona así. Dos jugadores que, presumiblemente, son los mejores deportistas, comienzan a llamar por nombre. «Yo elijo a Johnny». «Yo me quedo con Tommy». «Yo quiero a Jason». «Yo juego con Eric». Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario