EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 14
2- ¡Chócalas Rocky!
Por eso, anímense y edifíquense unos a otros.
1 TESALONICENSES 5.11, NVI
Se propagó un murmullo entre la multitud: «¿Max?» «¿Ese Max?». Si hubiese sido una escena de película, el grupo se habría dividido en dos y la cámara se habría enfocado en el pequeño de gorra roja. Los ojos se me abrieron como sandías.
—¿Quién, yo?
—¡Sí, tú! —mi hermano me ladró, como para restarle importancia a su generosidad.
Incliné la cabeza hacia el lado, sonreí como Elvis, me pavoneé delante del triste y patético grupo de jugadores que no habían sido escogidos y me paré al lado de mi héroe inesperado. En lo que demoró en decir mi nombre, pasé de la parte trasera de la pandilla a la parte de enfrente, todo porque él me escogió.
Dee no me eligió porque yo fuera bueno. No me seleccionó por mis habilidades ni mis conocimientos de béisbol. Dijo mi nombre por una sola razón. Era mi hermano mayor. Y desde ese día, decidió ser un buen hermano mayor.
El Nuevo Testamento tiene una palabra para este tipo de actividad: animar. «Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo» (1 Tesalonicenses 5.11, NVI). Continuará...
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