EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 36

MAX LUCADO 4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. —FILIPENSES 2.3, LBLA Era un gran día en la casa de los Lucado. Habíamos comprado un piano. A Denalyn le encanta tocar música y quisimos que nuestras hijas compartieran esa pasión. Jenna tenía cinco años. Andrea, tres. Sara estaba recién nacida. Eran muy pequeñas para lograr mucho con el teclado, pero no tanto para hacerle un recital a papi. Así que eso hacían. Casi todas las noches. A lo mejor, era un ardid para posponer la hora de dormir. Si era así, resultaba. ¿Qué padre puede resistirse a esta invitación?: —Papi, ¿puedo tocarte una canción? Por supuesto, decía yo. Por lo tanto, la escena se repetía a menudo. Una pequeñita sentada en la banca del piano. Cubierta con un pijama enterito. El cabello aún mojado por el baño. Golpeando las teclas, más que tocándolas. Al terminar, saltaba del asiento y hacía una reverencia. Yo aplaudía. Denalyn aplaudía. Ahora era el turno de la segunda hermana; la escena se repetía. Era un deleite . . . casi todas las noches . . . excepto por las peleas. (Disculpen, Jenna y Andrea, pero hubo unas pocas).Según Andrea, Jenna tocaba mucho tiempo. Andrea se subía al asiento para estar al lado de Jenna y empezaba a empujarla hacia la orilla. O Andrea arruinaba la canción y Jenna insistía en mostrarle cómo tocarla bien. Andrea no quería ayuda. A esto le seguía una pelea. Pero, papi, la está tocando mal. Pero, papi, es mi turno. Pero, papi . . . Lo que no entendían y lo que trataba de explicarles era esto: papi no estaba calificando la canción. Papi no quería que lo impresionaran. Papi no necesitaba un espectáculo, una presentación ni un concurso. Papi disfrutaba estar con sus niñas, y ya. La competencia y la comparación convirtieron a mis dos amores en tiranas. «¿No podemos estar juntos y ya?», yo les decía. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario