EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 37

MAX LUCADO 4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. —FILIPENSES 2.3, LBLA Una vez, Jesús les dijo lo mismo a dos hermanas. En la casa de ellas, la competencia y la comparación amenazaban con arruinar una buena tarde durante el viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a cierta aldea donde una mujer llamada Marta los recibió en su casa. Su hermana María se sentó a los pies del Señor a escuchar sus enseñanzas, pero Marta estaba distraída con los preparativos para la gran cena. Entonces se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme». El Señor le dijo: «Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta con todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se la quitará». (Lucas 10.38-42, NTV) El escritor de este evangelio, Lucas, en la primera oración, incorporó algunas pistas sobre la personalidad de Marta. «Marta los recibió en su casa» (v. 38, NTV). Marta fue el comité de bienvenida unipersonal. No fueron Marta y María. No fueron Marta, María y Lázaro. Solo Marta. En mi imaginación, ella está parada en el porche y recibe a Jesús en «su casa». No en la casa de ellos. En la casa de ella. Lázaro vive ahí. María vive ahí. Pero son los dominios de Marta.Y este es el momento de Marta. Con los brazos muy abiertos. «Pasen, pasen». Es un gran día. Y Marta tiene en mente una «gran cena» (v. 40). Escolta a Jesús hacia la sala de estar y le ofrece una silla. Hace gestos a sus amigos para que se pongan cómodos. Jesús se sienta y Marta está a punto de hacer lo mismo cuando escucha un ruido que viene de la cocina. Continuará...

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