EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 40

MAX LUCADO 4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. —FILIPENSES 2.3, LBLA Marta deja salir un suspiro audible. Lleva una brazada de platos al comedor y los pone en la mesa haciendo harto ruido. Nadie reacciona. Siente la mandíbula tensa y vuelve a la cocina a revolver la sopa. En un rato, vuelve a la sala de estar, con la cuchara de madera todavía en la mano y se da un golpe en la palma con ella, exigiendo: «Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme» (v. 40, NTV). Todas las conversaciones cesan. Doce pares de ojos se dan vuelta. María agacha la mirada. Jesús mira hacia arriba. Con las mejillas sonrojadas de ira, Marta frunce el ceño. Sus palabras quedan en el aire como rasguños en un pizarrón. ¿Qué le pasó a Marta, la hospitalaria, a Marta, la acogedora? Lucas nos da la respuesta. «. . . pero Marta estaba distraída con los preparativos para la gran cena» (v. 40, NTV). Tenía grandes planes para causar una gran impresión con un gran evento. En lugar de eso, causó un gran desastre. Pero ella estaba «¡preocupada y tan inquieta con todos los detalles!» (v. 41, NTV). De todas las ironías, aunque Marta estaba en presencia del Príncipe de Paz, ella era la viva imagen del estrés. ¿Qué ocurrió? ¿Cuál es la lección del colapso de Marta? ¿Que cocinar es pecado? ¿Que la hospitalidad es una herramienta del diablo? No. La Biblia le da gran importancia a las fiestas y a los banquetes. ¿Que Marta estaba equivocada por esperar que María la ayudara? Por supuesto que no. Continuará...

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