EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 42
MAX LUCADO
4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR
Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo.
—FILIPENSES 2.3, LBLA
En lugar de mostrar una gentileza encantadora y una amabilidad amorosa para con los que los rodean, hay una cierta irritabilidad escondida y una continua comparación de sí mismos con el resto, seguida por un desagradable aire dictatorial. Y así, en lugar de ser la religión de mente amplia, noble, hermosa, humilde y feliz que tan a menudo me imagino, la veo enrabiada, triste, orgullosa, prejuiciosa y cerrada de mente.
Tal vez Hannah había conocido a algunas Martas. Esto de la autopromoción es una bola de nieve. Lo que comienza como el deseo de servir a Cristo hace metástasis para convertirse en el acto de impresionar a otros. Cuando eso ocurre, las Martas dotadas se convierten en murmuradoras apenadas. Es fácil ver por qué. Si tu felicidad depende del aplauso y la aceptación de los demás, vas a subir y bajar constantemente y en función de las opiniones variables de la gente. Si te notan, te pavoneas. Si no lo hacen, te quejas.
La fascinación de nuestra generación por las redes sociales ha llevado al extremo la adicción por la adulación. Medimos el éxito por el número de «me gusta», de retuiteos, de pulgares arriba y de los amigos. La imagen personal sube y baja en función de clics caprichosos y comentarios de Facebook. ¡Las redes sociales son la comparación social bajo esteroides! ¿Es sensato que tu alegría gire en torno a reacciones y críticas impredecibles de personas que ni siquiera conoces? Continuará...
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