EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 43
MAX LUCADO
4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR
Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo.
—FILIPENSES 2.3, LBLA
Pero la Marta que llevamos dentro no es fácil de silenciar. Apareció en mi corazón hace no mucho tiempo. Se efectuaba una conferencia cristiana en nuestra ciudad. Uno de los oradores de la apertura canceló su participación a última hora. Recibí una llamada de los organizadores. ¿Podía yo llenar esa vacante?
¿Puedo confesarte lo primero que pensé? ¿Yo, llenar la vacante de alguien más? ¿Ser el plan b? Rechacé la oferta. Mi reacción fue egocéntrica y repugnante. Anótalo. Cuando el ministerio se convierte en una vana ambición, no puede salir nada bueno de ahí. Marta se pone irritable. Max se hincha de soberbia. Y nadie sirve a Jesús. Con razón Pablo insistió tanto: «No hagan nada por egoísmo o vanidad» (Filipenses 2.3, NVI). No soy el jugador estrella de Dios.
Tú no eres la persona más importante de Dios. No somos el regalo de Dios para la humanidad. Él nos ama y mora en nosotros y tiene grandes planes para nosotros. Dios puede usarnos a cada uno, pero no necesita de nadie. Somos valiosos pero no indispensables. Ahora bien, ¿puede jactarse el hacha de tener un poder mayor que la persona que la usa? ¿Es la sierra mayor que la persona que corta? ¿Puede golpear una vara a menos que la mueva una mano? ¿Puede caminar solo un bastón de madera? (Isaías 10.15, NTV) Nosotros somos el hacha, la sierra y la vara. No hacemos nada apartados de la mano de Dios. Nada. «Entonces, el importante no es el que siembra la semilla ni el que la riega, sino Dios que la hace crecer» (1 Corintios 3.7, PDT; énfasis añadido). Continuará...
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