EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 46

MAX LUCADO 4- LA DULZURA DEL SEGUNDO LUGAR Cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. —FILIPENSES 2.3, LBLA Los ángeles concordaron y se acercaron al hombre. —Quisiéramos regalarte un don. El hombre no dijo nada. —El que tú quieras —le explicaron ellos. —¿Te gustaría tener el don de la elocuencia para poder predicar? —Podemos darte sabiduría para que puedas aconsejar. —O podemos darte el don de liderazgo, para guiar la vida de otros. El hombre miró a los ángeles y preguntó: —¿Me pueden dar cualquier don? —Sí. —¿Cualquiera? —Sí. —Entonces ya sé qué quiero. —¡Dinos! Será tuyo. —Quiero hacer bien y no saber que lo hice. Desde ese día en adelante, ocurrían cosas buenas por donde fuera que pasara aquel hombre. Las plantas florecían. Las personas reían. Los enfermos se sanaban. A los comerciantes les iba bien. Y el hombre, sin la carga del conocimiento de su éxito, sonreía. Bendito es el cristiano cuya atención está en otros. Infeliz es el cristiano cuya atención está en sí mismo. Si el deseo de que te noten te está haciendo infeliz, puedes apostar a que lo mismo está causando en los otros. Deja de comportarte como Marta. Vuelve a lo básico. Si tienes una canción por tocar en el piano, hazlo, por todos los cielos. Pero hazlo para complacerlo a él. Te asombrará lo pacífica que será esa tarde.

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