EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 55

MAX LUCADO 5- EL FINO ARTE DE SALUDAR Saludaos los unos a los otros.ROMANOS 16.16 Padres, ¿cómo se sienten cuando alguien les presta atención a sus hijos? Cuando un profesor les ofrece ayuda especial o cuando un adulto les presta atención individual, ¿no valoran a esa persona por amar a sus hijos? Así también Jesús. Él ama a las personas que aman a sus hijos. De hecho, llegó al punto de decir: «Cuando aman a mis hijos, me están amando a mí». Recuerden sus palabras: «. . . fui forastero, y me recibisteis» (Mateo 25.35, LBLA). Si Jesús entrara a algún lugar, todas las miradas se dirigirían hacia él y todos se pondrían de pie. Haríamos fila por la oportunidad de darle la mano y tocarle los pies. Nadie se perdería la oportunidad de darle la bienvenida a nuestro Salvador. De acuerdo con Jesús, todos los días tenemos esa oportunidad. ¿El adolescente nervioso que se sienta al final de la sala de clases? Cuando lo saludas, saludas a Jesús. ¿El padre o la madre soltera que trabaja al final del pasillo? Cuando lo(a) haces sentir bienvenido(a), haces sentir de la misma manera a Jesús. ¿La anciana de la tienda de abarrotes? Cuando le abres la puerta, abres la puerta a Cristo. «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25.40, LBLA). Por cierto, el saludo más grandioso de la historia está aún por suceder. Y puedes tener la certeza de que esa salutación no se va a escuchar por teléfono ni se va a leer por correo electrónico. El más grandioso de los saludos será dado por Jesús, a ti y en persona. «Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”» (Mateo 25.23, NVI).

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