EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 58

MAX LUCADO 6- UNA POSTURA PODEROSA Oren unos por otros . . . SANTIAGO 5.16, RVC Has hecho lo que Abraham hizo. Te has parado donde Abraham se paró. Entre ellos y él. Y te has preguntado: ¿Me escucha Dios? El relato de Abraham nos da motivo para tener esperanza. Fue audaz frente a Dios. Le rogó que les perdonara la vida a algunos habitantes de Sodoma y Gomorra, diciendo: «Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18.25). En la historia de la humanidad, hasta ese momento, nadie había tenido la desfachatez de pedirle a Dios que reconsiderara sus planes. Adán y Eva no lo hicieron. Caín se quejó, pero no negoció. Matusalén tuvo un pastel de cumpleaños con 969 velas, pero hasta donde sabemos, nunca le rogó aDios que volviera a considerar la mesa de dibujo. Tampoco lo hizo Noé. El constructor del arca guardó silencio. Pero Abraham habló. En la tienda cercana, se escucha a Sara tragar saliva y susurrar: «Abraham, calla. ¡Vas a hacer que nos maten!». Se arrincona en una esquina. En cualquier minuto, nos llega un rayo. Pero Dios no dejó caer su artillería sobre Abraham. Él lo escuchó. Dios: «Cincuenta justos y la ciudad se salva». Abraham se fue, se detuvo y luego volvió. «¿Tal vez cuarenta y cinco?». Sonriendo, Dios dijo: «Está bien, cuarenta y cinco». Abraham se da vuelta y saca la cuenta con los dedos: «¿Tal vez cuarenta?». Dios: «Está bien con cuarenta». Ese ir y venir continuó hasta que finalmente fijaron un número: diez justos. Abraham siguió su camino, y Dios también. Y nos quedamos reflexionando en este extraordinario pensamiento: Dios no estaba receloso; estaba comprometido. No se sentía ofendido; estaba atento a responder. Mientras Sodoma y Gomorra eran destruidas, el sobrino de Abraham escapó. Continuará...

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