EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 60

MAX LUCADO 6- UNA POSTURA PODEROSA Oren unos por otros . . . SANTIAGO 5.16, RVC Mientras trabajaba en los planes, nos parábamos en punta de pies y mirábamos por sobre su hombro. Lo bombardeábamos con sugerencias. Tal vez, una ventana grande en la sala de estar o un columpio en la cocina. Preguntó: «¿Quieren ayudarme?». ¿Es católico el papa? ¿Nadan en círculos los patos con una sola pata? ¿Se mojan los peces? ¡Por supuesto que queríamos ayudar! Y así fue como mi hermano y yo, todos los días después de la escuela, nos íbamos en bicicleta al proyecto de construcción de la calle Alamosa. Casi no podía con tanta emoción. La escuela primaria parecía tan primaria. ¿Quién tenía tiempo para matemática y escritura? Tenía que cargar azulejos de cocina y recoger clavos perdidos. No era solo un niño de edad escolar. Era socio de mi papi. Nuestro Padre celestial nos ha invitado a ser sus socios también. ¿Nos atrevemos a aceptar la invitación? Nuestras oraciones abren los depósitos del cielo. Tus oraciones son el vínculo entre la bondad de Dios y tus amigos. Cuando oras, cuando hablas por los que necesitan ayuda con aquel que puede darla, ocurre algo maravilloso. Como una emocionante prueba de esto, considera el caso del centurión y su sirviente. El soldado pidió a Jesús que sanara a ese hombre. Cuando Jesús preguntó si debía ir a su casa, el oficial lo detuvo. «Solamente di la palabra, y mi criado sanará» (Mateo 8.8). Jesús quedó tan impresionado con la fe del soldado que respondió la petición en ese mismo instante. No investigó sobre la fe del esclavo. No preguntó si el hombre había confesado sus pecados o si había pedido la ayuda del Mesías. Jesús sanó al esclavo porque el centurión hizo lo que Abraham había hecho: se puso entre la persona necesitada y aquel que podía suplir esa necesidad.Hagamos lo mismo. Continuará...

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